viernes, 25 de diciembre de 2020

Qué nos dice la arqueología sobre la presencia de mujeres en los campamentos romanos.


En Roma una mujer nunca pudo enrolarse en el ejército o desempeñar ningún cargo público. Las ciudadanas romanas no tenían derechos políticos activos ni la obligación de defensa de la patria que se asociaba a los varones.

Las fuentes clásicas veían a las mujeres que no se dedicaban a las tareas domésticas y a los hijos como factores desestabilizadores de la sociedad, siendo por lo tanto denigradas. Además, desacreditar a estas mujeres era una excusa para atacar a sus maridos, pues estos, ante la opinión pública, son calificados como pusilánimes. Viendo esta actitud la mujer ha sido excluida tradicionalmente de los estudios militares, ya que el entorno castrense se consideraba como un mundo exclusivamente masculino. 


En las últimas décadas, gracias a nuevas intervenciones arqueológicas se han podido encontrar objetos de uso femenino que nos permiten plantear nuevas ideas sobre la vida en el ámbito militar. El factor del concubinato, los legionarios no se podían en principio casar, hace posible pensar en una convivencia o coexistencia entre hombres y mujeres extramuros (o intramuros) del recinto fortificado. 

En los denominados canabae, que se localizaban junto a las puertas de los campamentos militares (castrum o castra), habitaban una serie de personas que acompañaban a los ejércitos y que en su mitad eran mujeres. Es decir, podían ser madres, parejas o hijas de los legionarios y que se desplazaban de forma regular junto al contingente. También padres, hijos o hermanos, e incluso algunos soldados ya licenciados. 

Estas aldeas de familiares se fueron poblando con el establecimiento en ellas de comerciantes, prostíbulos, tiendas, talleres y tabernas. Los acompañantes compartían con los soldados las largas marchas, el hambre y el cansancio, las dificultades climáticas, las enfermedades y epidemias, por lo que cabe pensar que tuvieron que tener un fuerte vínculo con aquellos hombres. En las ocasiones en que se otorgaban ratos de ocio y se permitía a los legionarios la salida del campamento, era en estos establecimientos donde gastaban su paga, por lo que, en cierto modo, formaban parte necesaria de la vida cástrense. 

Tras la realización de excavaciones arqueológicas en muchos de ellos, se han documentado una serie de objetos que parecen demostrar contacto y presencia del género femenino más próximo a estos enclaves de lo que siempre se había pensado. 


En primer lugar hablaremos de la Península Ibérica. La actual ciudad de León (castra legio) fue la base, de la Legio VII Gemina, estando asentada durante varios siglos. En una intervención arqueológica (2007) apareció el esqueleto de un bebé recién nacido. El arqueólogo que lo documentó, Emilio Campomanes, dijo que el esqueleto «Corresponde a una niña perinatal, fallecida en un momento indeterminado previo al parto, durante el parto o bien poco después de ese momento». Hasta ese día nunca se había localizado ninguna prueba en el asentamiento que pudiese atestiguar la presencia de mujeres y niños intramuros. 

También en la antigua Legio nació (in castris) y vivió Marcelo, centurión de la Legio VII Gemina durante la segunda mitad del siglo III d.C. Su mujer se llamaba Nonia y tuvieron doce descendientes. Tanto hijos como padres vivían en el límite sur de la principal arteria del campamento, la via Principalis. Se ha fijado su residencia a pocos metros de la porta principales dextra del recinto. 

En Vindolanda son cientos de piezas de calzado romano, entre las que se incluyen zapatos pequeños de niño, zapatos de mujer y zapatos de hombre. En Roma por la utilización de un tipo u otro de vestimenta se conocía la clase social a la que pertenecía quien la portaba. Por eso, dependiendo del tipo de zapato localizado, se puede asociar a su propietario a una u otra clase social y en este yacimiento arqueológico tenemos presencia de todas ellas. 

Se han encontrado estos objetos mayoritariamente en espacios domésticos derrumbados, en los edificios oficiales militares y en vertederos. Pero también en los barracones, siendo éstos imitativos de las botas comunes de los soldados adultos. Pero para que existiesen niños en el campamento, tenía que haber una presencia de mujeres que los alumbrasen y cuidasen dentro de él. 

En excavaciones en Vetera, Rottweil, Oberstimm o Ellingen se han podido encontrar: fíbulas, broches de cinturón, horquillas de bronce, cadenas con cuentas, fusayolas, ungüentarios, biberones, campanitas de pequeño tamaño realizadas en bronce y anillos, entre otros. Todo ello ha ayudado, como mínimo, a cuestionarnos la exclusividad del varón en el mundo castrense romano. 

La investigadora Penélope Allison plantea que las mujeres convivían de forma cotidiana en el interior de los castra con los legionarios, participando de forma regular en ese tipo de comunidad militar. Su teoría propone que cualquier rango militar podía tener pareja, quedando desfasado el planteamiento tradicional sobre la imposibilidad de casarse que se había asociado a los soldados de baja categoría. Para ratificar su hipótesis se ha centrado en los hallazgos de los objetos anteriormente citados. 

Como conclusión podríamos decir que estos estudios se desmarcarían de los convencionalismos que hasta hace pocos años han existido. Es una línea de investigación en la que se continúa estudiando y revisando nuevamente todo el material que se localizó en esta tipología de asentamientos, para poder concretar en estos hallazgos presencia femenina como habitual.

Para saber más:
Lignum en Roma (Ivoox) 025 — Mujeres en los campamentos romanos.

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Fuentes:
La Mujer en el Ejército. Casos de Estudio de Begoña Fernández Rojo.
La roma de los olvidados de Robert C. Knapp.
Mujer y ejército romano, el caso de la epigrafía militar britana de Roberto López Casado.

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jueves, 26 de noviembre de 2020

"La Vida de Aurelio", "Ab Urbe Condita" y "Cunina, diosa tutelar de la infancia".

 
¡Es un placer ver cómo crece la familia! 


Los tres primeros libros, la trilogía de la Vida de Aurelio, mi primera aventura en la ficción histórica, los quehaceres de un olvidado que intenta salir adelante en un mundo hostil y que sobrepasa al más osado.

Ab Urbe Condita, publicado por EDAF, una pequeña participación, junto a otros trece autores, en la que todo lo ganado irá a la conservación del magnífico puente de Alcántara. Ni que decir tiene que contribuir en una obra así enriquece.

Por último, CUNINA, diosa tutelar de la infancia, que verá la luz al inicio del año 2021. En esta ficción histórica conoceremos las vivencias de una familia en la Roma de 131 a.C.



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CUNINA, DIOSA TUTELA DE LA INFANCIA -> 2021

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viernes, 6 de noviembre de 2020

022 — Campesino soldado del inicio de la república romana.

 LIGNUM en ROMA




En esta ocasión junto a Maribel Bofill hablaremos sobre el campesino soldado de la República. 


El romano republicano era un campesino con espíritu práctico, un hombre vinculado a la tierra pues jamás será un desarraigado hasta el punto de no entender el lenguaje del calendario rural o de los oficios del campo. Defiende bien sus intereses, testarudo y perseverante que tiene pasión por la tierra que será, cuando sea preciso, un soldado endurecido y apasionado. Con una vida sencilla con la idea que el deber cívico y el deber militar son un solo y mismo deber. Inclinado a la superstición pues toda la vida romana quedará impregnada de una religión escrupulosa de carácter práctico. Añadir que como todo hombre de esa época creía que la violencia era un método aceptable para solucionar los problemas, en otras palabras que la violencia era parte de la vida.


miércoles, 14 de octubre de 2020

PUBLIO CORNELIO ESCIPIÓN EL AFRICANO Y SU CONFIANZA.

Cuando el padre y tío del africano, Publio y Gneo Escipión, fueron derrotados en Hispania y fue masacrado la mayor parte de su ejército por las tropas cartaginesas y aliadas, muchos de los pueblos de Iberia se pusieron del lado cartaginés: Al no atreverse ninguno de los generales a partir hacia allí para restablecer la situación, Escipión el Africano, que contaba con sólo veintitrés años, prometió que lo haría. Con esta confianza en sí mismo, y solo dos legiones, devolvió al pueblo romano la esperanza de la salvación y de la victoria. Recordemos que los cartagineses habían matado a su padre y a su tío. Y que los romanos unos años antes habían perdido miles y miles de hombres en la batalla de Cannas, en la que él mismo estuvo a punto de morir. Por entonces Aníbal que parecía y era invencible no estaba muy lejos de Roma.

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Esta confianza en sí mismo la ejerció también en Hispania. Cuando asediaba la ciudad de Baria (en la provincia de Almería), ordenó a los que se presentaban ante su tribunal, para que impartiera justicia, que compareciesen al día siguiente en un templo que se encontraba al otro lado, dentro de los muros del enemigo. E inmediatamente, después de haberse apoderado de la ciudad, dictó sentencia en el sitio, en el momento y en el lugar que previamente había dicho.

 

Escipión el Africano cc3 Miguel Hermoso Cuesta.

“Nada más noble que esta confianza, nada más cierto que esta predicción, nada más eficaz que esta rapidez de hacer lo prometido, nada, en fin, más digno que su dignidad.” (Valerio Máximo)
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No fue menos valiente ni menos importante su paso a África, adonde llevó su ejército desde Sicilia, zarpando de Lilibeo y desembarcando en África, no muy lejos de Utica. Esto lo hizo en contra de la opinión del senado, porque, si no hubiese confiado más en su decisión que en la del propio senado para realizar esta empresa, no se habría encontrado el modo de poner fin a la Segunda Guerra Púnica. 
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Una confianza igual demostró con la siguiente anécdota: una vez en África, unos exploradores cartagineses fueron cogidos prisioneros en el campamento y llevados a su presencia, pero ni los torturó ni les preguntó sobre las intenciones y las fuerzas del ejército enemigo, sino que ordenó que los llevaran junto a los manípulos y resto de tropas auxiliares. Tras preguntarles si ya habían visto todo lo que les habían ordenado, mandó que los alimentaran a ellos y a sus cabalgaduras y los dejó libres sanos y salvos. Con esta prueba de confianza en sí mismo, golpeó la moral del enemigo antes de hacerlos caer bajo las armas romanas.
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Cuando Lucio Cornelio Escipión Asiático, su hermano, y él se defendían tras una acusación ante el senado de la apropiación de cuatro millones de sestercios relativos a la guerra de Antioquía (en la actual Turquía). Escipión el Africano rompió el libro de cuentas en el que estaban registrados los pormenores de los gastos y de los ingresos con el que fácilmente podía echar atrás cualquier duda de sus acusadores. Se dirigió entonces a los presentes y les dijo: «Senadores, no voy a dar cuenta a vuestro erario de los cuatro millones de sestercios, yo, que con mi actuación he enriquecido el tesoro público en doscientos millones de sestercios. No creo que se haya llegado a tal grado de malicia que haya que abrir una investigación sobre mi inocencia, ya que, después de haber puesto África entera a vuestra disposición, ninguna otra cosa saqué de ella que se me pudiera imputar, salvo el cognomen. Así pues, ni me hicieron avaro los tesoros cartagineses ni a mi hermano los de Asia, sino que ambos somos más ricos en envidia de otros que en dinero».
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Cuando el tribuno de la plebe Marco Nevio quiso obligar al Africano y fijó una fecha determinada para que compareciese ante el pueblo. El Africano se presentó con una gran muchedumbre, subió a la tribuna de oradores y, ciñéndose la corona del triunfo, dijo: 


«Quirites, tal día como hoy obligué a la soberbia Cartago a someterse a nuestras leyes. Es justo, pues, que vosotros y yo vayamos al Capitolio a dar gracias a los dioses».


Al parecer tras esas palabras se dirigió a la colina Capitolina hacia el templo de Júpiter Optimus Maximus, Juno y Minerva. Mientras, lo acompañaban como escolta el senado en pleno, todos los ecuestres y toda la plebe. Tan solo quedó en el foro el tribuno que quiso iniciar el proceso en nombre del pueblo pero sin estar presente el pueblo. Quedo solo y haciendo el mayor de los ridículos con su calumnia. Para evitar más vergüencita también él fue al Capitolio y de acusador de Escipión se convirtió en su ferviente admirador.

The Continence of Scipio de SebastianoRicci 

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Fuente: Hechos y dichos memorables de Valerio Máximo.Ángel Portillo Lucas, autor de:
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viernes, 4 de septiembre de 2020

SANGRE EN EL HIELO (174-175 D.C.), Guerras Marcomanas.

La victoria sobre el Danubío helado.

Pertinax, uno de los mejores generales de Marco Aurelio, contra El rey Zantico y los demás líderes sármatas yácigos.

“A lo largo del invierno de 174-175 d.C., el mejor general de Marco Aurelio, Publio Pertinax, lideró un ejército desde Panonia en dirección al territorio de los yácigos situado por encima del Danubio. Los yácigos habían estado esperando esta ofensiva y el rey Zantico mandó una nutrida columna montada a enfrentarse a los romanos, cruzando el Danubio helado para luchar contra Pertinax en territorio romano. La batalla inicial, en unas duras condiciones invernales, se desarrolló de forma desfavorable a los yácigos. Pertinax combinó la caballería y la infantería con gran éxito, obligando a la caballería yáciga a retirarse en desorden hacia la orilla norte del Danubio.

Cuando el enemigo se dio a la fuga, Pertinax y sus legiones, llenos de ímpetu, se precipitaron a seguirles, pero al otro lado del río, los líderes germánicos consiguieron que sus jinetes volvieran a formar. Los legionarios romanos empezaron a resbalar y deslizarse por el hielo mientras avanzaban con cautela por el helado Danubio; en ese momento, los germanos reagrupados les atacaron. «Algunos de los bárbaros se lanzaron como un rayo sobre ellos, mientras que otros les rodearon a caballo para atacar sus flancos, ya que sus caballos habían sido entrenados para correr con seguridad sobre una superficie como aquella». Sin embargo, las tropas romanas «no se alarmaron, sino que formaron un cuerpo compacto y se enfrentaron a todos sus enemigos al mismo tiempo» [Dión, LXII, 7].

Las legiones de Pertinax formaron el cuadrado, también llamado «el ladrillo» y «la caja» por los romanos, una formación estándar de defensa contra un ataque de caballería que siguió siendo utilizado por la infantería para rechazar a la caballería hasta 1815 en la batalla de Waterloo. Los legionarios crearon un cuadrado de muchas filas en fondo con el fin de crear un amplio cuadrado hueco, en el que todos los soldados de infantería estarían mirando hacia fuera y la caballería, los auxiliares, los estandartes, los no combatientes y los oficiales de alto rango se situarían dentro del cuadrado.



A la orden, «la mayoría de ellos colocaron sus escudos [en el hielo] y apoyaron un pie sobre ellos, para no resbalar tanto». Cuando los jinetes yácigos se acercaban con sus lanzas, algunos de los legionarios que habían afirmado sus pies agarraron las riendas de los caballos. Otros aferraron los escudos y los astiles de las lanzas de los jinetes germánicos. A menudo, los legionarios tiraban de los caballos hasta que caían al hielo, o de los jinetes, haciendo que cayeran de sus monturas. Si un legionario perdía pie, mantenía agarrado a soponente y lo arrastraba al suelo con él. Se celebraron incontables sesiones de lucha de ese tipo sobre el hielo. En más de una ocasión, los soldados romanos emplearon los dientes como arma en esas peleas desesperadas. Según Dión, los bárbaros se encontraron abrumados por esas tácticas tan poco ortodoxas y «del nutrido ejército, pocos fueron los que escaparon» [ibíd.]. Mientras la sangre teñía el hielo de rojo carmín, la batalla sobre el Danubio acabó en una decisiva victoria de las legiones de Pertinax.”

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Podcast en Ivoox en el que se habla de esta batalla y la de la XII Atronadora.
   

Fuente: Legiones De Roma de Dando Collins Stephen

Foto: Legio III Cyrenaica of New England (United States) in a 1st century A.D. Creative Commons 3.0, by Caliga10's wife.
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miércoles, 19 de agosto de 2020

SOBRE LA COSMÉTICA DEL ROSTRO FEMENINO (OVIDIO)

En su obra, la de Ovidio, aparecen recetas que parecen ser tratamientos cosméticos genuinos, o al menos posibles. Explica la utilización, incluyendo proporciones e instrucciones, de materiales presentes en aquella época como cebada, yeros (especie de legumbre antigua de origen oriental), huevos, cuernos de ciervo, bulbos de narciso, goma con semilla, toscana y miel. El autor promete que «Cualquier mujer que se unte el rostro con tal cosmético, brillará con más lisura que su propio espejo».


La Gran mayoría de los materiales recetados por Ovidio son, en efecto, tratamientos que parecen efectivos para el cuidado de la piel. Algunos de ellos, como la harina de avena, el germen de trigo y la clara de huevo, son utilizados habitualmente en la fabricación moderna de cosméticos y de productos para el cuidado de la epidermis. 

Aquí os dejo algunas líneas de la obra de Ovidio: 

«Aprended, mujeres, qué cuidados embellecen vuestro rostro y de qué manera podéis preservar vuestra hermosura. El cultivo dio órdenes a la estéril tierra de que hiciera brotar los dones de Ceres y perecieron los espinosos zarzales. El cultivo mejora los jugos amargos en la frutas y un árbol al que se le ha hecho una incisión adquiere por injerto propiedades nuevas. Lo cultivado resulta grato: los elevados techos son recubiertos de oro, la oscura tierra queda escondida bajo las losas de mármol que sobre ella se colocan. A menudo también a los vellones se los colorea en un caldero según la costumbre de Tiro; la India nos ofrece para nuestro lujo el marfil cortado en trozos». 

El autor, entre otros hechos, asemeja el rostro o la hermosura femenina al cambio que dio el mundo cuando Ceres por la alegría de recuperar a su hija, Proserpina, regaló al hombre el don de la agricultura. La tierra entonces se engalanó de campos, flores y frutos que dieron belleza a la vez que sabores a un mundo lleno de zarzales donde el único alimento de los hombres eran las bellotas. 

«Quizá las antiguas sabinas en tiempo del rey Tacio hubiesen preferido cultivar los campos de su padre antes que a sí mismas […]; pero vuestras madres han traído al mundo hijas delicadas: queréis cubrir vuestro cuerpo con vestiduras doradas, queréis variar la forma de peinar vuestros perfumados cabellos y queréis tener una mano que, cubierta de piedras preciosas, llame la atención; os colgáis del cuello perlas buscadas en Oriente y dos pendientes de vuestras orejas, único peso que en ella podéis llevar. Y desde luego, no es vituperable: preocupaos por gustar, ya que vivís en una época en que también los hombres se adornan: vuestros maridos se engalanan, siguiendo la norma de las mujeres y una novia apenas tiene nada que añadir a ese ornato. […]» 

Para Ovidio los tiempos en el que las mujeres eran duras trabajadoras, frugales y no cuidaban en exceso su aspecto habían pasado. La mujer romana de la monarquía y la república no era la misma. El poeta coincide con Augusto y el comportamiento, tanto de mujeres como de hombres era otro. Hecho que proporcionó verdaderos quebraderos de cabeza al padre del Imperio Romano. 

«En primer lugar, mujeres, habéis de velar por vuestras cualidades espirituales: un rostro resulta atractivo si va acompañado de inteligencia. El amor que se funda en las cualidades del espíritu es firme. El paso del tiempo arruinará vuestra belleza, y vuestra cara atractiva se verá surcada de arrugas. Tiempo vendrá en que al miraros al espejo sentiréis pesar, y la misma pesadumbre será otra causa más de arrugas. Pero la honestidad se mantiene por mucho tiempo, y durante los años que ella dura, el amor le está totalmente sujeto». 

La mujer debía cuidar además de su aspecto externo las «Cualidades espirituales» pues parte de la belleza —en aquella época— era también el comportamiento femenino de la mujer. Ellas tenían que ser: adorables, encantadoras, dulces, sin espíritu pendenciero, castas, buenas amas de casa, saber cuál es su sitio, aprender en silencio y ser sumisas. Estas eran las cualidades que un hombre de los inicios del Imperio buscaba en una mujer y que encontraría deseables para entablar una relación duradera. 



Tras eso Ovidio nos da la receta de varios ungüentos, dos de los cuales detallo a continuación 

Ungüento para dar tersura y brillantez al rostro. 

«Di, pues, de qué manera puede un rostro brillar resplandeciente de blancura. Para dar una vez que el sueño ha relajado los miembros delicados. A la cebada que los colonos de Libia enviaron en sus naves, quítale la paja y el corzuelo, y pon a reblandecer igual medida de yeros en diez huevos (la cebada, ya limpia, debe pesar dos libras): cuando todo esto lo haya secado el soplo del viento, haz que lo triture lentamente una burra bajo la áspera muela; y machaca cuernos de ciervo vivaz, aquellas partes que estén a punto de caérsele; todo esto en cantidad de una sexta parte de libra. Y una vez que la mezcla se haya convertido en harina muy fina, enseguida ciérnela en un tamiz de malla tupida; añade doce bulbos de narciso sin la cáscara y que tu diestra vigorosa los machaque en un mortero de mármol bien limpio; echa también dos onzas de goma con semilla toscana, añádele otras tantas nueve partes más de miel: cualquier mujer que se unte el rostro con tal cosmético, brillará con más lisura que su propio espejo». 

Otro ungüento para dar tersura y brillantez al rostro. 

«No dudes en tostar pálidos altramuces y cuece al mismo tiempo habas de cuerpo hinchado: que ambas partes pesen exactamente por igual seis libras y que las muelas lentas las trituren. No te falte tampoco albayalde, ni espuma de nitro bermellón, ni el iris que viene del suelo de Iliria: deja que todo esto lo amasen conjuntamente brazos robustos de jóvenes (pero que el peso justo de lo triturado sea de una onza)». 

Para saber más: LA COSMÉTICA DE LA MUJER ROMANA (Gladiatrix en la Arena)
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Foto: Fresco of woman with tray in Villa San Marco. Creative Commons 3.0, photographed by Luiclemens, edits by User: AlMare.

Fuente: Sobre la cosmética del rostro femenino de Ovidio.

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viernes, 7 de agosto de 2020

EL LARARIUM, EL CENTRO DE LA VIDA RELIGIOSA DOMÉSTICA.

El lararium (lararia, pl.) es el santuario de los lares, penates, manes y genios, es decir, los espíritus tutelares y protectores del hogar y la familia. Es, por tanto, el lugar de la sacra privata, la manifestación del aspecto privado de la religión romana. Concretamente es el lugar donde se encuentran los dii familiaris et domestici (divinidades de la familia y el hogar). 

El lararium es el centro de la vida religiosa doméstica. Sin embargo, no es necesario que sea lujoso (aunque las familias acomodadas se podían dejar una fortuna). Tampoco es necesario que tenga unas dimensiones determinadas o un aspecto concreto. Se pueden realizar en un estante o, como era habitual, empotrados en las paredes. Con esto quiero decir que no había una forma estándar en la que debían ser construidos estos altares del culto doméstico. 

En estos lararia se representarían varias deidades. Por ejemplo si el dueño de la casa era comerciante es bastante probable que tuviera una representación del dios Mercurio o en la época del Imperio se extendió el culto al emperador. Aun así como norma general podríamos encontrar , entre otros elementos, figuras o imágenes: 

Lares o dioses de los lugares: se distinguen varias clases de lares pero en este caso hablaremos del Lar del hogar que protege tanto a la casa físicamente como a las personas que viven en ella. Era un dios doméstico, asociado de alguna manera a Vesta y a los Penates. Su imagen estaba pintada en la pared o bien era representado en estatuillas. Se le ofrecían las primicias de los alimentos. Le estaban consagrados la mesa, el salero y la vajilla. Sus ofrendas usuales eran racimos de uvas, coronas de espigas, tarros de miel y tortas de harina. 

Penates: su nombre procede de penus, «despensa», pero su función no solo consistía en velar por el buen estado o abundancia de las provisiones, sino velar también por el bienestar general de los miembros de la familia. Antes de cada comida, reunidos todos en tormo a la mesa, el padre de familia arrojaba al fuego una parte de los alimentos a consumir, en ofrenda a los Penates; se guardaba silencio hasta que se anunciase que los dioses eran propicios. 

Genio (Genius): espíritu protector de cada hombre (la mujeres no tenían genio y esta tarea la realizaba Juno), a semejanza con los démones griegos y los ángeles de las religiones orientales. Se creía que acompañaba al hombre sin dejar de hacerlo en ningún momento de su vida. Presidía las bodas y bajo su protección estaba el lecho conyugal y la unión sexual. Se le tributaba un culto sencillo. Generalmente, se le hacían ofrendas incruentas: flores, incienso, vino y pasteles. La parte del cuerpo humano que le estaba consagrada era la frente, de ahí la costumbre de tocarse la frente cuando iban a orar o a jurar por el Genio. Se le podía representar en forma de serpiente. 

Manes: se les consideraba como los espíritus de los antepasados, protectores de los miembros de la familia. Eran objeto de culto y se les hacían ofrendas de vino, miel, leche y flores. Cuando se descuidaban las obligaciones para con los difuntos, éstos manifestaban su enojo provocando pesadillas nocturnas, enfermedades misteriosas o peligrosas manías. Las siglas D.M.S., que aparecen en las inscripciones funerarias, son las iniciales de Dis Manibus sacrum, «consagrado a los dioses Manes». 

Lararium Pompeji Detail, cc3 by Claus Ableiter
Lararium Pompeii Detail, cc3 by Claus Ableiter


Los requisitos generales, al no ser construidos de una manera estándar, que ha de cumplir un lararium son básicamente los siguientes: 

*NO tener otro uso que el del culto, no se utilizará para otros menesteres. 

*Que una vez consagrado sea permanente. 

*Estar situado en un espacio transitado de la casa, pero que no sea un obstáculo para la vida diaria. 

*Ha de mantenerse constantemente limpio (salubritas) y han de llevarse a cabo los rituales obligatorios (pietas). 

*Ha de disponer de suficiente espacio para acomodar todos los utensilios necesarios para llevar a cabo los rituales. 

Los elementos habituales, aparte de las figuras y representaciones de los dioses domésticos, que encontraríamos normalmente en uno de estos lararia, son: 

- Incienso para ofrecer, una acerra (recipiente para almacenar) y un turibulum (incensario) donde quemar. 

- Una patera (plato pequeño para fines religiosos). 

- Un salinum donde almacenar sal (símbolo de purificación). 

- Una lucerna (lámpara de aceite) o vela. La llama, el fuego, era indispensable para los ritos.

Para saber más: 


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Fuentes: Diccionario de la Religión Romana, de José Contreras Valverde, Gracia Ramos Acebes e Inés Rico Rico y Web Nova Roma.


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miércoles, 15 de julio de 2020

PAX DEORUM ("paz de los dioses")


Si bien es cierto que el cultivar las virtudes, entre ellas la pietas, y el respeto hacia las costumbres ancestrales (mos maiorum) ayudan a comprender el porqué de la religión romana, por si solas nos indican que tenían una obligación con los antepasados, pero no con los dioses. Es por ello que hay algo más para entender la necesidad de una religión y esto es la paz de los dioses (la pax deorum). 

La pax deorum es el pacto y la unidad entre hombres y dioses que se alcanza mediante la estricta observación de las virtudes y la religión. Lo importante es alcanzar este estado de armonía y comprensión mutua con los dioses, es decir, con las fuerzas de la naturaleza, u orden natural, que nos rodea. Para un romano los dioses eran el camino a la sabiduría y la humanidad que nos completa como seres; y a la “sabiduría” sólo se llegaba mediante la pax deorum. Este acuerdo simbolizaba que los dioses eran favorables a Roma, puesto que los romanos estaban en paz con los dioses. Como estos son favorables a la Urbe están continuamente ayudando a la ciudad eterna. Siguiendo esta línea, cualquier acontecimiento desgraciado que sufra Roma es el resultado de una ofensa personal o colectiva hecha a los dioses, un gran error que llevaría a un desequilibrio de la armonía y el pacto natural que haría encolerizar a los dioses (ira deorum). 

De un lado, la necesidad de perseguir la pax deorum es, por tanto, un deber que tenían con Roma, los antepasados, el resto de hombres y con los dioses. Para los romanos los seres divinos los rodeaban constantemente e interactuaban con ellos sin poder evitarlo. Del otro lado, también es un deber que tenían con ellos mismos, ya que todos se veían obligados a saciar la sed de “sabiduría” que tenían dentro y que los completaba como hombres (vir). 

Júpiter, dominio público. 

Según Salustio (Cat. 12.3), opinión que comparte Cicerón: «Por mucho que nos amemos, senadores, no podemos igualar a los hispanos en número, a los galos en fortaleza, a los púnicos en astucia, a los griegos en las artes, ni a los mismos italianos y latinos en el sentimiento nativo y natural de este pueblo y esta tierra; pero en la piedad, en la religión y en esa sabiduría especial por la que sabemos que todo se rige y se gobierna por la voluntad de los dioses, superamos a todos los pueblos y naciones» 

Las acciones no sólo se rigen, por así decirlo, por la necesidad de evitar el Tártaro y el afán de alcanzar el Elíseo, sino también en la necesidad de armonía tanto individual, como de quien nos rodea y con los dioses y de “sabiduría” que sólo se sacia con una observación recta de las virtudes y con unos acuerdos justos con los dioses que cuentan con la garantía de unos rituales ejecutados a la perfección tal como nos ordena la religión. 

Si fallaban en lograr o intentar alcanzar esta pax y no observaban la religión, entonces causaban la ira deorum, es decir, la discordancia con los dioses. Esto haría que sus vidas fueran vacías y llenas de infortunio, pues no vivían una vida en concordancia con la naturaleza, es decir, con los dioses. Este infortunio se podía extender a los que los rodeaban o incluso a Roma. Ni que decir tiene que el delito religioso era severamente tratado.

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Fuentes: Diccionario de la Religión Romana, de José Contreras Valverde, Gracia Ramos Acebes e Inés Rico Rico y Web Nova Roma.


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miércoles, 17 de junio de 2020

ROMA Y SU ORIGEN CAMPESINO.

En los inicios de la República Romana la agricultura se consideraba la principal fuente de riqueza y de diferenciación económica. La sociedad romana se encontraba muy vinculada a las labores del campo, y la agricultura y el oficio de agricultor eran muy apreciados y valorados. El agricultor se tenía por un miembro imprescindible dentro de la comunidad política. El trabajo de la tierra se sometía a la valoración social y jurídica y, de hecho, la cultura agrícola requería de la actividad de los pontífices, puesto que seguía unas normas religiosas y se amparaba bajo las “leges regiae” dentro de las Leyes de las XII Tablas. En estas leyes vemos la gran importancia que tenía el campo para el hombre romano, ya que imponía penas graves para todo aquel que destruyese los cultivos de un terreno o dañase su explotación; como ejemplo, se condenaba a muerte a aquel que matase a un buey, principal animal de tiro. 

Su enorme influencia se veía reflejada en la gran cantidad de festividades rurales que se encontraban dentro del calendario romano, e incluso este se había elaborado siguiendo los ciclos agrícolas. Al igual que se veía reflejada en la cantidad de dioses o divinidades como, entre otros: Vervactor, que transforma la tierra en barbecho; Reparator, que la prepara; Imporcitor, del latín imporcare, hacer surcos; Insitor, que siembra; Obarator, que ara la superficie; Occator, que la escarifica; Sarritor, que la escarda; Subruncinator, que la clarea; Messor, que cosecha; Conuector, que transporta lo cosechado; Conditor, que lo almacena; y Promitor, que lo distribuye. Todos ellos dioses “indigetes” (dioses, diosas y espíritus romanos no adoptados de otras mitologías) ligados a Ceres tras su adopción por Roma. Por último, y para reforzar la idea del campesinado y las labores agrícolas en el origen de Roma podríamos también acudir a los nombres como Fabius, Cicero, Piso, Caepio, Porcius, Asinius, Vitellius u Ovidius, estos nombres se relacionan respectivamente con faba, «haba», cicer, «garbanzo», pistor, «molinero», caepe, «cebolla», porcus, «cerdo», asinus, «asno», vitellus, «becerro» y ovis, «oveja». 

Trigo, portal PixaBay, dominio público

Productos como los cereales o las aceitunas sustituyeron a la carne, típica de las sociedades pastoriles y de trashumancia, como alimentos básicos de la sociedad. También eran muy importantes las diversas frutas, como la manzana o la pera, debido a su abundancia y a su precio barato, por lo que parte del campo se dedicó a la explotación de los huertos frutícolas. 

La implantación rural más antigua se componía de pequeños asentamientos, que medían unos dos “iugera”, es decir, una media hectárea aproximadamente, situados cerca de poblaciones mayores. Este tipo de granja era trabajada fácilmente por el propio dueño con su familia y unos dos o tres esclavos, lo que nos da una idea del pequeño tamaño que tuvieron. Se trabajaban a mano, usando a lo sumo herramientas muy sencillas, y se dedicaban sobre todo al cultivo intensivo de verdura o cereal. 

Eran estos campesinos los mismos que, cuando daba comienzo la campaña militar y se necesitaban soldados para los combates, se enrolaban en el ejército y volvían a sus tierras cuando el conflicto terminaba. De hecho los campesinos se consideraban a la vez soldados siendo para ellos el mismo oficio, el del campesino-soldado. El soldado era “vir”, era propietario y era digno de ser ciudadano, un concepto parecido al de las polis griegas. Este origen es probablemente el principio de algunas de las virtudes privadas tales como: la “industria”, el trabajar duramente; la “firmitas”, tenacidad o fuerza mental; la “frugalitas”, la templanza, economía y simplicidad (no ser miserable, sino medido); “pietas”, más que piedad religiosa, respeto por el orden natural y religioso; la “severitas”, severidad o autocontrol, entre algunas otras. 

Hasta finales del siglo IV a.C. los cultivos se orientaban hacia el consumo y el sostenimiento de la propia familia, produciendo lo suficiente como para abastecer al país, pero con el uso de la moneda se comenzaron a producir excedentes. La producción de estos excedentes, junto a otros factores, como la destrucción de Italia durante la segunda Guerra Púnica y la posterior expansión de la República, llevó a un cambio dentro de la agricultura, la cual se dirigió ahora hacia la producción y el mercado, y llevó a la aparición de los grandes propietarios. Todos estos cambios provocaron que el tipo de propietario rural medio comenzase a sucumbir. Además, se vio un gran auge del sistema de producción esclavista que colaboró con este aumento de la agricultura extensiva. Muchos agricultores, tanto por las campañas bélicas constantes como porque no podían competir, se vieron obligados a vender sus propiedades, lo que contribuyó a la aparición de latifundios, controlados por las clases patricias, y a la emigración a la Urbe y otras grandes ciudades de hombres con futuro incierto. Algunos de estos campesinos tuvieron que trabajar en las mismas fincas que habían vendido como colonos a cambio de un exiguo salario, lo que trajo consigo un grave problema social. La situación fue tan preocupante que los hermanos Graco (Cayo y Tiberio Sempronio Graco) intentaron realizar una reforma social que permitiese el resurgimiento de esa clase de campesinos-guerreros que había engrandecido Roma, pero se encontraron con la fuerte oposición del Senado. Esta fuerte oposición precipitó, o mejor dicho provocó, la muerte de estos y el final de la Roma campesina.

Si quieres aprender más, en este caso sobre la labor de la campesina romana visita: LA CAMPESINA ROMANA (UILICA) del bloc "Arraona Romana" escrito por Maribel Bofill.
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Fuentes: Breve historia de la vida cotidiana del imperio romano - Lucia Avial Chicharro, Diccionario de la Religión Romana de José Contreras Valverde y La Vida en La Antigua Roma de Johnston W Harold

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martes, 9 de junio de 2020

LIGNVM en ROMA

LIGNVM en ROMA acompaña a LIGNVM y a LIGNVM en TAPAE en la serie la Vida de Aurelio. Es esta ocasión Aurelio Vitalis (o Lignum en las legiones) volverá a Roma. Allí tendrá que luchar por su futuro y el de su familia. De sus acciones depende no ya su destino sino también la continuidad de la esencia de los Vitalis, la supervivencia de sus sagrados Antecesores.
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lunes, 1 de junio de 2020

VIDA EN LA ANTIGUA ROMA: EL PATRÓN Y EL CLIENTE.


El Patrón tenía la obligación de recibir a sus clientes en su casa para despachar con ellos o para ayudarles. Cuando éstos carecían incluso de lo necesario para comer preparaba una cesta con víveres, sportula. En ocasiones, para evitarse molestias, les obsequiaba con un donativo monetario el día de su visita. La costumbre también prescribía aguardar el turno, que no era establecido según el orden de llegada, sino de acuerdo al lugar que cada uno ocupaba en la sociedad. Obviamente, se debía cuidar mucho el modo de dirigirse al patrón pues había que llamarle, no por su nombre, sino «señor», dominus. Roma despertaba cada mañana con el ir y venir de estas cortesías de rigor. Los más humildes multiplicaban las visitas para lograr nuevas asignaciones.

Dionisio de Halicarnaso señala que Rómulo dividió a la sociedad romana en patricios y plebeyos. Los últimos debían ser clientes de los primeros y cada plebeyo podía elegir a quien quisiera como patrón. Los patrones debían aconsejar en derecho a sus clientes, velar por ellos en los aspectos económicos y proporcionar medios de subsistencia a su cliente y a su familia, entablar procesos por ellos y defenderlos si eran acusados. También nos define las obligaciones de los clientes que debían hacer progresar los intereses de su patrono en todos los aspectos, cultivar sus campos y cuidar sus rebaños, ayudar a sus patrones con la dote de sus hijas, ayudar en el pago de rescates a los enemigos o satisfacer penas civiles, así como contribuir en los gastos de los desembolsos para actos públicos y asistirlos y acompañarlos en caso de guerra. Les estaba impedido mutuamente testificar en un juicio uno contra el otro o aliarse con enemigos. 

Los clientes quedaban vinculados jurídicamente a los patrones, les mostraban respeto, eran serviciales para con su persona y sus bienes, estaban asociados al culto familiar de su patrón llevando el nombre gentilicio, dependiendo de un miembro de la gens, patronus, al que estaban vinculados por el ius patronatus y al que tenían que proteger ante cualquier amenaza. 

«El título de Patrón viene inmediatamente después del de Padre», Catón. 

Es obvio que el valor de la relación residía en la posición dominante del patrono. Al ser los patricios, en la monarquía, los únicos con todos los derechos civiles y no tener los miembros de la plebe ninguno, el cliente tenía que sacrificar su independencia a cambio de la protección y aprobación de un hombre más poderoso. En el caso de disputas por la propiedad, por ejemplo, el apoyo de un patrono le aseguraría la defensa y justicia pues un ser sin derechos políticos contra otro que los tenía sería siempre perdedor en cualquier conflicto legal. 


 Lawrence Alma-Tadema, dominio público.

La división social en una clase dirigente de patricios que actúa como magistrados, jueces y patrones y la clase de plebeyos conformada por granjeros, artesanos y clientes, en realidad está diseñada en la visión de Dionisio para evitar el conflicto social y aunque esto pudiera ser así en la monarquía no era igual en la República y menos aún durante el Imperio pues plebeyos y ecuestres adquirieron grandes cotas de poder y, ¿cómo no?, de dinero. Estas relaciones se volvieron menos exclusivas y obligatorias. Se observa fluidez y multiplicidad en los vínculos de cliente-patrón. Es evidente que la relación no podía mantenerse de igual manera después de que patricios y plebeyos se hicieran, poco a poco, políticamente equivalentes. 

Según Tito Livio, en la elección de los cónsules del 468 a.C. en el primer conflicto patricio-plebeyo, la plebe enfurecida no participó, pero los cónsules (probablemente Tito Larcio y Quinto Clelio Sículo) fueron elegidos por el voto de los patres y sus clientes. Según esto, la información de Dionisio de Halicarnaso puede que no sea absolutamente verídica, pues de Tito y otras fuentes se puede deducir que los clientes tenían derecho al voto y que en los plebeyos no estaba originada la existencia de los clientes (o al menos no en su totalidad) en un Estado totalmente patricio. Incluso hay fuentes que indican que los plebeyos llegaron a Roma tiempo después de que esta relación existiera. 

El clientelismo al final de la República y en el Imperio se veía como una relación voluntaria, por lo tanto no debería ser equiparada a una relación de servidumbre. El ciudadano, en principio, no debería verse disminuido por actuar como cliente y no afectaría a sus derechos de propiedad como tampoco implicaría la pertenencia del cliente a la gens del patrón. Pudiera ser incluso que un cliente tuviera varios patrones y que un patrón fuera a su vez cliente de otro. En esta última etapa no había ningún vínculo personal entre el nuevo patrono y el nuevo cliente, ni ninguna relación de origen hereditario. El nuevo cliente no se ataba de por vida a un patrono para bien o para mal. A menudo seguía a varios a la vez y cambiaba de patronos en cuanto otro le ofrecía mejores expectativas. Del mismo modo el patrono despachaba a un cliente cuando se había cansado de él. 

Además, es casi seguro que no todos los romanos se encontraban en este tipo de relaciones. El desarrollo de otro tipo de vínculos, más definidamente asociativos, políticos y económicos, garantizaban mecanismos de autodefensa entre los plebeyos y nos permite pensar que muchos sectores de la población escapaban a estos encuadramientos. Un ejemplo pequeño de esto último serían los collegia profesionales, que eran entidades jurídicas con derecho a defensa ante los tribunales, podían comprar y vender, y ejercían como asociaciones de asistencia mutua.

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Fuentes: La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio de Jérôme Carcopino y Patrones y Clientes en la República Romana y el Principado de Carlos G. García.

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jueves, 23 de abril de 2020

Hechos y Dichos Memorables, sobre la pobreza.

La obra de Valerio Máximo nos aporta un corpus de noticias literarias, geográficas, históricas y morales del pasado de Roma y nos ofrece una imagen de los contenidos doctrinales del interés social por conocer las figuras y hechos más relevantes de la historia en cuanto pueden servir de cohesión y estabilidad al nuevo régimen, el Imperial.

Sobre la pobreza.

«Todo lo tiene el que no ansía nada. O, dicho con más precisión, piense el que tiene todo tipo de bienes que, mientras que los materiales suelen perderse, los que consisten en unos buenos sentimientos no pueden sufrir embate alguno de la fortuna. Y ¿qué decir de considerar las riquezas como el primer objetivo de la felicidad y la pobreza como el último grado de la miseria, cuando aquéllas, a pesar de su apariencia agradable, guardan en su interior numerosas amarguras y, en cambio, el aspecto negativo de la pobreza encierra bienes firmes y sólidos?»

Con estas palabras el autor nos indica sobre qué tratará el Capítulo IV de su Libro IV, dándonos tras ello unos ejemplos. Como él indica: “Esto quedará mejor demostrado con ejemplos vivos que con palabras”.

«Se dice que cuando a Cornelia, la madre de los Gracos, una matrona de Campania que estaba hospedada en su casa le mostró sus joyas como si fueran las más bellas de la época, Cornelia la entretuvo con su charla hasta que sus hijos regresaron de la escuela y, entonces, le dijo: “Éstas son mis joyas”»

Cornelia era hija de Escipión el Africano y tuvo doce hijos, aunque sólo tres de ellos alcanzaron la madurez. No volvió a casarse después de la muerte de su esposo, Tiberio Sempronio Graco, y se dedicó por entero a su vida interior y a sus hijos. Los únicos que llegaron a la edad adulta fueron Tiberio Sempronio Graco, Cayo Sempronio Graco y Sempronia, quien se desposó con su primo, Publio Cornelio Escipión Emiliano. 

Cornelia rechaza la corona de Ptolomeo VIII de Laurent de La Hyre, dominio público.

También nos explica otro ejemplo.

«Una vez suprimida la monarquía a causa de la desmesurada soberbia de Tarquinio, Valerio Publícola y Junio Bruto fueron los primeros cónsules. De ellos, Junio Bruto desempeñó esta magistratura otros tres años, obteniendo el favor unánime del pueblo romano, de manera que, con sus numerosas y grandes hazañas, realzó aún más el honor de su familia. Sin embargo, este hito de nuestra historia murió con un patrimonio que no era suficiente ni para pagar sus exequias, por lo que hubo que recurrir al dinero público. No necesitamos hacer más averiguaciones acerca de la pobreza de tan ilustre varón. La mejor demostración de lo que poseyó en vida es que, cuando murió, no tuvo ni para un lecho fúnebre ni para una pira».

A Lucio Junio Bruto se le considera uno de los dos primeros cónsules de la República romana, y se le atribuye, según el mito, la frase que encomió al pueblo romano a acabar con la monarquía: “Por esta sangre tan casta antes del ultraje del hijo del rey, juro, y os pongo a vosotros, dioses, por testigos, que yo perseguiré a Lucio Tarquinio el Soberbio, a su criminal esposa y a toda su descendencia a sangre y fuego y con todos los medios que en adelante estén en mi mano, y no consentiré que ellos ni ningún otro reinen en Roma”. Este juramento de Bruto fue pronunciado, cuchillo en mano aun con la sangre de la casta matrona, tras presenciar el suicidio de Lucrecia.

Otro hecho que nos relata es el siguiente:

«¿Y qué grandeza nos imaginamos que alcanzaría Menenio Agripa, a quien el senado y la plebe eligieron para que pusiera paz entre ellos? La que le corresponde a un defensor del bien general. Pues lo cierto es que murió con tan pocos recursos que si el pueblo no hubiera entregado un sextante por cabeza para su funeral, Agripa hubiera carecido del honor de una sepultura. No es extraño, entonces, que los ciudadanos, que estaban divididos en una perniciosa sedición, quisieran reducirse a uno solo con las manos de Agripa, unas manos que les parecían pobres, pero sagradas. Y, por ello, si Menenio Agripa, en vida, no tenía nada digno de ser censado, después de muerto contó con el patrimonio insuperable de la concordia romana».

Menenio Agripa Lanatus fue un célebre cónsul que reconcilió a la plebe con la novilitas. En las disputas al inicio de la república entre los patricios, que tenían la exclusividad de las magistraturas, y los plebeyos, sin poder político pero con obligaciones militares, actuó como un hombre de opiniones moderadas. Consiguió ser respetado y obtuvo la confianza de ambas partes. Gracias a su mediación se acabó con la primera gran ruptura entre los patricios y los plebeyos. Tras este conflicto, y aunque tardó algún tiempo, se consiguieron dos tribunos de la plebe con derecho, entre otros, al veto en las decisiones del senado que perjudicaran a los plebeyos.



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Fuente: Hechos y Dichos Memorables de Valerio Maximo. 

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