miércoles, 15 de agosto de 2018

Lignum – Ángel Portillo. Capítulo I – La Urbe. (Fragmento)

Lignum – Ángel Portillo (próximamente, este otoño)
Capítulo I – La Urbe. (Fragmento)
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En el foro Boriano no pude evitar visitar el templo de Hércules, una estructura circular rodeada por veinte columnas de mármol traído del norte de Italia, con su tejado en forma de cono no muy puntiagudo. Me maravillé de nuevo con la espléndida estatua de su interior hecha de bronce dorado que representaba al héroe totalmente desnudo marcando sus poderosos músculos. En su mano derecha portaba la maza, con la que, según la tradición, el glorioso semidiós mató a un gigante bandido que causaba pánico entre las buenas gentes de estas tierras.
Según cuenta la leyenda, el héroe, durante uno de sus viajes, decidió hacer un descanso aquí cerca, en el Aventino, una de las colinas de Roma. Antes de dormir, dejó las reses que cuidaba pastando en la fresca hierba que había a su alrededor. Caco, el ladrón, las encontró y decidió quedarse con algunas de ellas. Las arrastró por la cola para que las huellas indicaran que los animales se alejaban de la cueva; creyó que Hércules seguiría la falsa pista y se alejaría de allí. Al despertar, reunió su ganado y enseguida se dio cuenta de que le faltaban animales. Vio las huellas que se alejaban, pero no se fio y decidió buscarlas por la zona.
Encontró al gigante Caco en la entrada de la cueva y le preguntó si había visto las reses que le faltaban. El ladrón afirmó por varios dioses no haberlas visto. Hércules, que sospechaba, pidió entrar para comprobarlo, a lo que el malhechor se negó. El audaz semidiós condujo al ganado cerca de la cueva. Las reses cautivas, cuando olieron a sus compañeras, empezaron a mugir. Descubierto el engaño, Caco empezó a pelear con Hércules, que con la maza dio muerte al indeseable y también destruyó la cueva para evitar que otros bandidos la pudieran utilizar. Para recordar esta hazaña hizo levantar un altar en la zona donde más tarde se construiría el foro Boriano.
Al igual que yo, todos los niños de Roma querían ser fuertes como Hércules. Soñábamos en tener sus músculos, en hacer sus hazañas. Todos intentábamos mover piedras imposibles y todos creímos alguna vez haberlo hecho. Envidiaba los fuertes músculos de sus brazos, su abdomen y sus piernas. Hubiera dado parte de mis años por vivir sus aventuras, por tener la fuerza que tenía el héroe legendario o por hacer sus doce trabajos. Lo hubiera dado todo por haber matado al león de Nemea o a la hidra de Lerna. Imaginaba capturar al jabalí de Erimanto o al toro de Creta. Todo eso eran cosas de niño, cosas de la infancia, pero aún admiraba al ser que representaba la estatua.
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Foto: Templo de Hércules Victor en el foro Boriano


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