domingo, 30 de septiembre de 2018

LA BATALLA CONTRA LOS ROXOLANOS (69 d.C.)




La mayor victoria de la Legio III Gallica en el Danuvius.

“En febrero, cuando las trompetas entonaron la señal «¡A las armas!» a través de todo el campamento del Danubio de la legión III Gallica, la nieve todavía no se había derretido en Mesia. La legión, que llevaba menos de un año en su nuevo destino, recibió la orden de ponerse en marcha de inmediato. Liderada por su legado, Fulvio Aurelio, la III Gallica salió a toda velocidad con la misión de interceptar una fuerza de muchos miles de jinetes sármatas de la tribu de los roxolanos que habían atravesado el helado Danubio para emprender razias en el norte de Mesia

Los oponentes sármatas, jinetes expertos procedentes de Asia […] llevaban armaduras de escamas y cascos cónicos, y utilizaban largas lanzas y arcos, pero no escudos. La espada de los sármatas roxolanos era tan larga que se guardaba en una funda sujeta a la espalda y se sacaba con las dos manos por encima del hombro. […]

Los exploradores de la caballería romana localizaron el campamento roxolano; en un terreno cubierto por la nieve, se extendía por una amplia llanura cerca de unas marismas heladas. Los roxolanos no construían campamentos defensivos. Sus centenares de carros estaban dispersos por el paisaje, mientras que mantenían a sus caballos, de los que poseían varios miles, atados en grupos. La III Gallica acampó a cierta distancia de ellos, sin encender ninguna fogata. Aurelio, decidió atacar al amanecer, mientras aún disponía de la ventaja del elemento sorpresa.

Al llegar el alba, con la niebla cubriendo los silenciosos campos, los hombres de la III Gallica adoptaron posiciones sin hacer ruido. La niebla se había levantado cuando las trompetas romanas dieron la orden de cargar. Los sármatas, que no apostaban centinelas, estaban totalmente desprevenidos, con la guardia baja. Desesperados, intentaron ponerse las armaduras, ensillar a sus caballos, montar y luchar. Tácito dijo de la caballería sármata: «Cuando cargan en escuadrones, muy pocas líneas de infantería son capaces de resistir ante ellos» [Tác., H, I, 79]. Pero los roxolanos no tuvieron oportunidad de organizar una carga. Los legionarios emplearon sus jabalinas como lanzas, y utilizaron sus escudos para derribar a sus adversarios y sus pesadas armaduras, para después matarlos rápidamente con la espada. Según cuenta Tácito, una vez en el suelo, «los roxolanos se encontraban prácticamente indefensos, porque el peso de sus corazas hacía muy difícil que se volvieran a levantar» [ibíd.].
Aquellos roxolanos que lograron montar se encontraron con que sus caballos se resbalaban en el helado terreno. Con las tropas romanas sobre ellos, las largas lanzas sármatas resultaban inútiles. Muchos roxolanos fueron arrancados de los lomos de sus monturas y arrojados al suelo. Y una vez allí, el valor de los sármatas se esfumaba. «Ningún soldado podía mostrar tan poco espíritu cuando luchaba a pie», dijo Tácito de ellos [ibíd.].
Un puñado de sármatas heridos escapó hacia los pantanos, para morir finalmente congelados durante la noche. Todos y cada uno de los miembros de la fuerza roxolana fueron exterminados: nueve mil hombres. Las bajas de la III Gallica fueron tan escasas que ni las contaron. […].”


Fuente: Legiones De Roma de Dando Collins Stephen.

Página Facebook. Ángel Portillo Lucas.


Foto: Representación moderna de un catafracto, Creative Communs 1.2 by John Tremelling.


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