viernes, 25 de octubre de 2019

LA REVUELTA BRITÁNICA DE BOUDICA Y LA CAÍDA DE CAMULODUNUM.

En la primavera del año 60 d.C. el propretor de la provincia, Gayo Suetonio Paulino, partió hacia la isla galesa de Anglesey (Mona Insula) y atravesó los valles en dirección a la costa noroeste de Gales. Su ejército se componía de la legión XIV Gemina y varias cohortes auxiliares, como la infantería ligera bátava, que llevaba décadas luchando junto a la XIV Gemina, además de la famosa caballería bátava y otras unidades de caballería. Paulino era consciente de que la religión de los druidas era un factor unificador entre las distintas tribus britanas pues los hijos de los nobles eran educados por los druidas. Algunos de estos más tarde se convertían en sacerdotes, otros llegaban a ser líderes de sus tribus y todas ellas apelaban a los mismos dioses para que les dieran poder para derrotar a sus enemigos. Eso era potencialmente peligroso para Roma. Ese fue, seguramente, el motivo por el que mucho tiempo antes Augusto hubiera prohibido a los ciudadanos romanos que profesaran la religión de los druidas, mientras que Claudio la había ilegalizado, por completo, en todo el imperio. El centro religioso de los druidas se encontraba en Mona Insula. Teniendo todo esto en cuenta, Paulino había tomado la determinación de atacar la isla y acabar con ese peligro eliminando al movimiento druídico para siempre.

Cuando el ejército llegó a Mona Insula guerreros galeses, de las tribus de los deceanglos, los ordovices y los siluros, lo esperaban. Tras ellos un grupo de mujeres histéricas vestidas de negro y despeinadas, que agitaban tizones ardiendo en las manos y que chillaban como animales. Las brujas elevaban las manos al cielo e invocaban a sus dioses para que dejaran caer su ira sobre las cabezas de los invasores. Esa visión dejó petrificados a los romanos pues eran muy supersticiosos. El propio Paulino tuvo que incitar a sus hombres a actuar preguntándoles si tenían miedo de las mujeres. Estos se lanzaron a la carga exterminando tanto a guerreros como a “brujas”. Tras eso las tropas romanas se diseminaron por la isla, localizando los bosquecillos sagrados donde, según se decía, los druidas realizaban sacrificios humanos.

Sin embargo, cuando el general romano estaba felicitándose por su triunfo, desde la zona oriental llegó un despacho urgente informándole de que se había producido un levantamiento de tribus en el este de Britania. Paulino ordenó a sus tropas que se prepararan para iniciar la marcha. 

No hay duda de que el ataque a los druidas ayudó al levantamiento, pero hay que sumar otros factores para el descontento de las tribus británicas. Como por ejemplo que el acaudalado filósofo Lucio Eneo Séneca, secretario y consejero de Nerón, hubiera prestado cuarenta millones de sestercios a las tribus reclamándoles el dinero poco tiempo después. Séneca, según Dión, había «recurrido al uso de severas medidas» para lograr el pago del préstamo. Sumar a eso que los veteranos de las legiones que se habían establecido en la recién creada colonia militar de Camulodunum «sacaron a la gente de sus casas» y «la expulsaron de sus granjas».

Seguramente todos esos factores hicieron que los indignados nobles icenos se hubieran reunido en secreto para conspirar contra sus caciques romanos y hubieran enviado unos mensajeros a la tribu de los trinovantes para que se incorporasen a la rebelión. Los cabecillas nombraron a Boudica su reina guerrera y establecieron que la revuelta comenzaría cuando el gobernador y una parte importante de sus tropas se marcharan de campaña, en el verano del año 60 d.C. 

Los rebeldes concentraron sus primeros esfuerzos en Camulodunum, donde muchos miles de colonos romanos y britanos romanizados habían hecho su hogar. Decenas de miles de icenos, desde el norte, y decenas de miles de trinovantes, desde el sur, se abalanzaron sobre la ciudad aniquilando a todo aquel que encontraban en su camino. Como es lógico los habitantes de Camulodunum enviaron rápidamente mensajeros para pedir ayuda. Al parecer en la ciudad solo había una pequeña fuerza militar. Los auxiliares de este pequeño contingente se sumaron a los veteranos de la legión que vivían allí y se congregaron a toda prisa en el enorme templo de Claudio erigido nueve años atrás en el centro de la ciudad. Los pocos oficiales que había decidieron intentar defender el templo, donde se refugiaron, en su sótano, centenares de aterrorizados civiles: hombres, mujeres y niños, muchos de ellos familiares de los legionarios retirados.

Desconociendo realmente lo difícil de la situación, Quinto Petilio Cerial Cesio Rufo, el legado de la IX Hispanica partió desde su base en Longthorpe con una fuerza de socorro consistente en cuatro cohortes de legionarios y varios escuadrones de caballería. Según sus cálculos llegarían en cuatro días.


Boudica reina de los icenos de John_Opie, dominio público.

El templo de Claudio de Camulodunum fue rodeado por los rebeldes y, durante dos días, los veteranos y auxiliares resistieron sus ataques. Al final, unos agentes rebeldes camuflados entre los refugiados del interior del templo dejaron entrar a los guerreros de las tribus: miles de ellos penetraron en tropel y derrotaron a los defensores. Los britanos rebeldes de Boudica saquearon y prendiendo fuego a la ciudad, torturaron y asesinaron a millares de prisioneros. Algunos romanos fueron ahorcados mientras que otros fueron crucificados. Otros fueron empalados con pinchos ardientes y abrasados vivos. A algunos se les obligó a observar sus propias entrañas después de que se las hubieran arrancado del cuerpo. Dión afirma que los britanos sometieron a las cautivas romanas a torturas y mutilaciones especialmente brutales. 

Cuando estaban cerca de Camulodunum, el legado romano Cerial y su columna de legionarios de la IX Hispana fueron aplastados por los rebeldes cuando «se dirigían al rescate» de sus compatriotas. Según explica Tácito, después de que los dos mil soldados de infantería fueran aniquilados, «Cerial escapó con parte de la caballería hacia el campamento, y fue salvado por sus fortificaciones». 

Desde Gales, el propretor de la provincia, Suetonio Paulino, avanzaba a marchas forzadas con la mayor parte de sus fuerzas. Ante Paulino se presentaba un gran problema y tenía que solucionarlo. La IX Hispana había perdido a dos mil hombres por la precipitación de Cerial. Si retiraba a más hombres de los fuertes de la frontera septentrional, estaría invitando a las tribus del norte a descender en tropel y unirse a la rebelión. Al oeste, la legión XX estaba defendiendo la frontera; llevarse la legión de la línea de defensa occidental suponía animar a los agresivos siluros a atacar a los romanos por la retaguardia. Lo mismo sucedía con la zona en la que estaba establecida la II Augusta. 

Cómo sabemos, pudo solucionar el problema.

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Fuente: Legiones de Roma de Stephen Dando Collins.

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Ángel Portillo autor de:
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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.


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