domingo, 17 de noviembre de 2019

LOS SUEÑOS Y EL COMPORTAMIENTO DE LOS ANTIGUOS.

Como escritor de ficción histórica uno de los problemas que tengo que solucionar es la de ver la hipotética vida de mis protagonistas no con la visión moderna de las cosas sino con los ojos del pasado. Para lograr eso estudio su religión, sus supersticiones y, entre otras cosas, sus sueños. En este caso hablaré sobre las visiones que según decían obtenían mientras dormían pues su interpretación nos hace conocedores del cómo veían las cosas y el cómo relacionaban los diferentes hechos que vivían. La función y el significado de los sueños ha variado a lo largo de la historia. Por tanto, las teorías han evolucionado, dándole al sueño diferentes funciones: aprendizaje, supervivencia, descanso y creencias místicas. En muchas culturas, la interpretación de los sueños ha estado cargada de un contenido mágico, influyendo de forma directa en la vida cotidiana. Para intentar no perder esa perspectiva utilizo entre otras obras la interpretación de los sueños de Artemidoro de Efeso (siglo II d.C.). 


Según el autor, nuestro espíritu, que no aguarda ninguna ayuda exterior para la revelación de estos mensajes, en cierto modo nos grita: «Observa y presta atención, en la mayor medida que sea posible, a lo que has aprendido de mí». Todos estarán de acuerdo en que las cosas suceden así. Nadie, de hecho, se atreverá a afirmar que tales presagios no se realizan inmediatamente después de la visión; es más, algunos de ellos tienen lugar al tiempo de la percepción, por así decirlo, mientras aún dura el fenómeno onírico. 

Artemidoro era consciente de que no todos los sueños eran visiones. En lo que concierne a la diferencia existente entre la visión onírica y el ensueño se distinguen en que la primera, cuando se produce, es un indicio de lo que acontecerá, y el segundo, de lo que existe en el presente. Con mayor claridad se comprende con lo que sigue: ciertas pasiones tienen por naturaleza la prerrogativa de aflorar, de imponerse al espíritu y de suscitar determinadas figuraciones. Por ejemplo, el enamorado cree necesariamente durante el sueño que está en compañía de los jóvenes que ama, el atemorizado ve lo que le espanta y, a su vez, el hambriento supone que come, el sediento que bebe e, incluso, el que está repleto de comida que vomita o que respira fatigosamente. En realidad, cuando actúan las pasiones, sucede que se perciben unas imágenes que no expresan una predicción del futuro, sino una rememoración de la realidad. En cambio, la visión onírica actúa llamando la atención sobre el anuncio de acontecimientos futuros durante el transcurso del período onírico y, una vez superado este, influyendo eficazmente en nuestras empresas. Dicha visión origina de forma natural que el alma esté despierta y en alerta. La visión onírica es una intervención del alma que señala los bienes y los males venideros. Por ser esto así, el alma predice cuanto sucederá con el transcurso del tiempo, tarde o temprano, y todo lo expresa a través de unas imágenes naturales y apropiadas, llamadas elementos, por considerar ella que en el intervalo nosotros podremos conocer el futuro. 

Pintura de  Johann Heinrich Wilhelm Tischbein (1802), dominio público

Los siguientes párrafos son interpretaciones de sueños considerados por Artemidoro de Efeso visiones oníricas. Para aprender de ellos es básico entender el sueño, el comportamiento del individuo, y las consecuencias de la visión, que señalan «Los bienes y los males venideros». Como dije al principio de este post, es uno de los métodos que utilizo para el diseño de mis protagonistas, y de sus actitudes, en mis obras. 
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* Un padre que tenía tres hijos soñó que dos de ellos, tras haberlo troceado, lo devoraban y que el más joven —que estaba presente— se enfurecía contra sus hermanos, manifestaba su dolor y proclamaba con repugnancia: «Yo, ciertamente, no me comeré a mi padre». Sucedió que el hijo menor de aquel hombre murió. Únicamente éste se quedó sin gustar no ya las carnes de su progenitor, sino tampoco su patrimonio, puesto que falleció antes que él y, por consiguiente, no disfrutó de la herencia. Los otros, que sí lo habían probado, fueron los sucesores de la hacienda paterna. 
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* Una mujer soñó que su amante le regalaba una cabeza de cerdo. Empezó a sentir odio por él y acabó por abandonarlo. En realidad, este animal no es grato a Venus. 
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* Un individuo soñó que llevaba sobre sus hombros una gran cantidad de oro reluciente. Se quedó ciego a causa del resplandor de este metal: ciertamente, este brillo dañó, como es natural, la vista del portador. 
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* Un enfermo de estómago, el cual había pedido a Esculapio una prescripción, soñó que había entrado en el templo del dios y que éste tendiéndole su propia mano le daba de comer sus dedos. Comió cinco dátiles y se curó: en efecto, los frutos de la palmera de buena calidad son llamados también de este modo". (El término dáklylos ofrece un doble significado: «dedo» y «dátil». En castellano existe también esta posibilidad en un uso coloquial). 
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* Una mujer soñó que tenía entre sus manos el miembro viril de su marido, el cual había sido separado de su cuerpo, y que ella lo cuidaba y vigilaba con mucha atención para que no le sobreviniese ningún mal. De su esposo tuvo un hijo, al que ella crio. En realidad, el miembro del hombre era el símbolo del hijo, puesto que había sido engendrado por él. Mas, como aparecía desligado del resto del cuerpo, una vez que sacó adelante a su retoño, se separó de su cónyuge. 
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* Un enfermo soñó que entraba en el templo de Júpiter e interrogaba al dios con estas palabras: «¿Mejoraré? ¿Viviré?». Júpiter no le respondió de palabra, pero hizo una señal afirmativa con la cabeza. Al día siguiente el hombre murió como era lógico: en realidad, la divinidad, al asentir, había mirado hacia la tierra. 
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* Un individuo soñó que, cuando se encontraba en una avenida próxima al mercado, tenía un espejo de barbero y que le producía un gran placer la posibilidad de contemplarse en él. Luego, como se le ofreció esta oportunidad, se miró y descubrió su rostro lleno de manchas. Él estaba enamorado de una prostituta y la había cogido por la fuerza sin que nadie se la cediese. De esta unión nació un hijo que tenía un defecto, no sólo por su origen, sino también por ser estrábico. El espejo del barbero simbolizaba a la mujer pública, que se encontraba a la disposición de todos y a la que el seductor había conseguido no sin dificultad: pues, de hecho, existían los que se oponían a que se llevase a dicha mujer. Como vio su propia imagen, tuvo un hijo semejante a él en todo y, en consecuencia, no estaba exento de alguna falta, puesto que el rostro del progenitor tenía manchas.
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Ángel Portillo autor de:
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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.




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