Las vías romanas nacían
al ritmo que avanzaban las legiones romanas de la República y del Imperio. El
papel de los legionarios no se limitaba a combatir al enemigo, sino a difundir
la pax romana en las nuevas tierras
incorporadas y a mantener los mecanismos de control de las mismas. En
consecuencia, sea en el transcurso de las campañas, sea al cesar los
enfrentamientos, el legionario sabía que llegaría el momento de despojarse de
su armadura (lorica segmentata), de
su casco (galea) y de su armamento (pilum, gladius y scutum), para servir de
mano de obra en la construcción de las carreteras, forjadoras del estilo de
vida romano. Sobre los generales además recaía la responsabilidad de que a sus
tropas no les absorbiese la molicie, ni que el ocio alterase su ánimo o la
quietud de las armas oxidase su forma física, y el afanarlos en la creación o
reparación de vías aparecía como el remedio perfecto. La calzada de Bolonia a
Arezzo surgió así, como iniciativa del cónsul Flaminio con objeto de mantener
ocupados a sus hombres tras la pacificación de Etruria. No es casualidad que
las operaciones militares de Agripa en la Galia (16-13 a. C.), de Tiberio en
Dalmacia y Panonia a comienzos del siglo I d. C, de Claudio en las fronteras
del Rin y del Danubio o de la dinastía Flavia en Asia Menor llevaron aparejadas
las consiguientes políticas viarias. En Aurés (Argelia), una inscripción del
145 d. C. conmemoraba la construcción de una calzada por parte de la VI Legión
Ferrata, aprovechando que había viajado desde Siria con la misión de suprimir
una rebelión, lo cual denota que cualquier excusa era apropiada para dar
comienzo a las obras públicas, con mayor motivo en un lugar donde no tan sólo
los romanos, sino los árabes, sufrieron el carácter levantisco de los
bereberes. Sofocados los núcleos de resistencia en los límites fronterizos, se
apostaban fortificaciones desde donde controlar y proteger los caminos, que con
el tiempo llegaban a ser auténticas colonias militares y germen de importantes
ciudades.
Si el esfuerzo físico corría
a cargo de la milicia, la planificación vial y la supervisión técnica de las
obras dependía de los ingenieros militares (praefecti
fabrum), normalmente personajes con una carrera militar a sus espaldas,
veteranos que en sus ciudades se promocionaban a cargos políticos y
sacerdotales. A su alrededor se coordinaban las acciones de geómetras,
agrimensores, niveladores y arquitectos.
Fuente: Viajes por el
Antiguo Imperio Romano de Jorge García Sánchez
Foto. Via Appia within the
ancient city of Minturno. (CC0).
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