domingo, 9 de septiembre de 2018

El cómo curaba Asclepio (o Esculapio para los romanos).


«El principio en el que se fundamentaba un Asclepieium era sencillo: el enfermo recibía en él la acción sanadora del dios durante un sueño ritual inducido en una construcción específica, el ábaton. La recuperación del peregrino dependía del cuidado que pusiese en obedecer los remedios comunicados por Asclepio. Por supuesto, llegar a esta fase demandaba algunos procedimientos y algunas salvedades previos. Para comenzar, en el santuario de Asclepio de Pérgamo se les prohibía el paso a los moribundos al borde de la muerte y a las mujeres embarazadas, en razón de que expirar en el terreno sacro constituía una ofensa a los dioses. Los peregrinos, candidatos al tratamiento inspirado directamente por el hijo de Apolo, estaban obligados a entrar en el ábaton después de una abstención a mantener relaciones sexuales, al consumo de queso y de carne de cabra, y tenían que renunciar a vestir con un chitón de color blanco (la túnica griega), portar cinturón, llevar anillos o ir calzados. Las leyes del complejo pío regimentaban la circulación formal del incubante dentro del perímetro del santuario, como se percibe en la citada Pérgamo, en la que el peregrino atravesaba un pórtico subterráneo de setenta metros de longitud antes de ser introducido en el ábaton (se sospecha que en dicho corredor recibiría las primeras recetas para su restablecimiento). […]

En el ábaton se hallaba permitido pernoctar varios días. Los peregrinos necesitados de alivio dormían en el suelo, o en jergones, asistidos por los sacerdotes y neócoros, quienes creaban un clima propicio para el sueño, atenuaban las luces de la sala y hacían compañía a aquellos aquejados de enfermedades mentales. Seguro que la iconografía estándar de Asclepio sugestionaría la «aparición» que el durmiente experimentaba durante el letargo, la de un hombre en edad madura, barbado, análogo a la imagen de Zeus/Júpiter, apoyado en un báculo con una serpiente enroscada, a veces con un perro descansando a sus pies. La serpiente, a juzgar por los testimonios iconográficos preservados, en algunos sueños lamía o mordiscaba la parte afectada del enfermo somnoliento, y así lograba que mejorase. La incubación no siempre tenía por qué funcionar, al menos instantáneamente, puesto que se daban casos en los que Asclepio decidía remediar al convaleciente sin moverse de su casa, y otras favorecer que se recobrase en el camino de vuelta. […]

El paciente solía exteriorizar su agradecimiento hacia la divinidad dedicando una inscripción, un relieve escultórico, un exvoto o una tablilla, grabados con inscripciones que pormenorizaban las curas. Destacaban las formas anatómicas, por ejemplo, riñones, piernas, manos, cabezas, ojos, de bronce, de plata, que delataban órganos y miembros recuperados. Las orejas, quizá, agradeciesen además que Asclepio hubiese prestado oídos al suplicante.»

Fuente: Viajes por el Antiguo Imperio Romano de Jorge García Sánchez.

Página Facebook: Ángel Portillo Lucas


Foto: Asclepio, ancient Roman statues in the Museo Archeologico (Naples) CC3 (Sailko).




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