«El principio en el que se fundamentaba un
Asclepieium era sencillo: el enfermo recibía en él la acción sanadora del dios
durante un sueño ritual inducido en una construcción específica, el ábaton. La
recuperación del peregrino dependía del cuidado que pusiese en obedecer los
remedios comunicados por Asclepio. Por supuesto, llegar a esta fase demandaba
algunos procedimientos y algunas salvedades previos. Para comenzar, en el
santuario de Asclepio de Pérgamo se les prohibía el paso a los moribundos al
borde de la muerte y a las mujeres embarazadas, en razón de que expirar en el
terreno sacro constituía una ofensa a los dioses. Los peregrinos, candidatos al
tratamiento inspirado directamente por el hijo de Apolo, estaban obligados a
entrar en el ábaton después de una abstención a mantener relaciones sexuales,
al consumo de queso y de carne de cabra, y tenían que renunciar a vestir con un
chitón de color blanco (la túnica griega), portar cinturón, llevar anillos o ir
calzados. Las leyes del complejo pío regimentaban la circulación formal del
incubante dentro del perímetro del santuario, como se percibe en la citada
Pérgamo, en la que el peregrino atravesaba un pórtico subterráneo de setenta
metros de longitud antes de ser introducido en el ábaton (se sospecha que en
dicho corredor recibiría las primeras recetas para su restablecimiento). […]
En el ábaton se hallaba permitido pernoctar
varios días. Los peregrinos necesitados de alivio dormían en el suelo, o en
jergones, asistidos por los sacerdotes y neócoros, quienes creaban un clima
propicio para el sueño, atenuaban las luces de la sala y hacían compañía a
aquellos aquejados de enfermedades mentales. Seguro que la iconografía estándar
de Asclepio sugestionaría la «aparición» que el durmiente experimentaba durante
el letargo, la de un hombre en edad madura, barbado, análogo a la imagen de
Zeus/Júpiter, apoyado en un báculo con una serpiente enroscada, a veces con un
perro descansando a sus pies. La serpiente, a juzgar por los testimonios
iconográficos preservados, en algunos sueños lamía o mordiscaba la parte
afectada del enfermo somnoliento, y así lograba que mejorase. La incubación no
siempre tenía por qué funcionar, al menos instantáneamente, puesto que se daban
casos en los que Asclepio decidía remediar al convaleciente sin moverse de su
casa, y otras favorecer que se recobrase en el camino de vuelta. […]
El paciente solía exteriorizar su
agradecimiento hacia la divinidad dedicando una inscripción, un relieve
escultórico, un exvoto o una tablilla, grabados con inscripciones que
pormenorizaban las curas. Destacaban las formas anatómicas, por ejemplo,
riñones, piernas, manos, cabezas, ojos, de bronce, de plata, que delataban
órganos y miembros recuperados. Las orejas, quizá, agradeciesen además que
Asclepio hubiese prestado oídos al suplicante.»
Fuente: Viajes
por el Antiguo Imperio Romano de Jorge García Sánchez.
Página
Facebook: Ángel Portillo Lucas
Blog:
Lignum en Roma.
Foto: Asclepio, ancient
Roman statues in the Museo Archeologico (Naples) CC3 (Sailko).
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