Los demás seres vivos tienen un tiempo determinado para la gestación y
para el parto; el hombre nace durante todo el año y con un plazo incierto. Antes
del séptimo mes nunca es viable. En el séptimo mes tampoco nacen, a no ser que
hayan sido concebidos la víspera o al día siguiente del plenilunio, o en el
interlunio. Según la tradición, en Egipto se nace en el octavo mes y,
ciertamente, tales partos son viables ya incluso en Italia, contra la opinión
de los antiguos.
En los partos de gemelos pocas veces sobreviven tanto la madre como los
hijos, a no ser que viva uno solo; y si son de distinto sexo, es todavía menos
frecuente que sobrevivan los dos. Las niñas nacen más rápidamente que los niños,
del mismo modo que envejecen más rápidamente. En el vientre de la madre, los niños
se mueven más y se llevan casi siempre en la parte derecha, las niñas en la
izquierda. El nacimiento de trillizos está confirmado por el ejemplo de los
Horacios y los Curiacios. Por encima ese número, se tiene entre los hechos extraordinarios,
excepto en Egipto, donde el beber agua del rio Nilo produce fertilidad.
A partir de los diez días de la concepción los síntomas de que ha comenzado
un hombre son: dolores de cabeza; en los ojos, vértigos y mareos; repugnancia
en las comidas, y nauseas. La gestación de un niño da mejor color y un parto más
fácil; el movimiento en el vientre se produce a los cuarenta días. Todo es
contrario en el otro sexo: un peso insoportable y una ligera hinchazón de las
piernas y la ingle; en cambio, el primer movimiento es a los noventa días.
Y hasta tal punto repercute en las embarazadas la manera de andar y todo
lo que se pueda decir, que, las que toman comidas demasiado saladas, dan a luz
a niños que no tienen uñas y, si respiran, paren con más dificultad. Un bostezo
durante el parto es mortal, así como es abortivo haber estornudado después del
coito.
Da pena y también vergüenza considerar que insignificante es el origen
del más soberbio de los animales, cuando para la mayoría llega a ser causa de
aborto el olor que produce una lámpara al apagarse. ¡De estos comienzos nacen
los tiranos, de estos los espíritus sanguinarios! ¡Tú que estás confiado en las
fuerzas de tu cuerpo, tu que abrazas los dones de la fortuna y ni siquiera te
consideras discípulo de ella, sino hijo, tu cuya mente es la de un emperador, tu
que te crees un dios, rebosante de orgullo por alguna razón, pudiste morir por
tan poca cosa! Y todavía hoy puedes morir por una causa mínima, como una minúscula
mordedura de serpiente o también, como el poeta Anacreonte, por una uva pasa, o
como el pretor Fabio Senator, atragantado por un solo pelo en un sorbo de leche.
Para terminar, realmente hará una justa valoración de la vida aquel que
recuerde siempre la fragilidad humana.
Fuente: Textos de Historia Natural
de Plinio el Viejo.
Página Facebook: Angel Portillo ·Lignun en Roma·Blog: Lignum en Roma.
Amazon: Lignvm.
FOTO: Estatua en un jardín. Dominio público portal Pixbay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario