Con esta frase Publio Vegecio Renato se quejaba de la dejadez que había en el Imperio a principios del siglo V con respecto a los animales. Él decía que los ciudadanos descuidaban al ganado y a las caballerías por una cuestión económica y que los trataban como si fueran de pueblos poco civilizados:
«Pretenden imitar la usanza de los bárbaros y, despreocupándose de los animales, los exponen a los pastos de invierno y a los peligros de la negligencia».
En su opinión eso era un total despropósito pues los animales de los otros pueblos, sobre todo los del norte: tienen otra naturaleza; son más fuertes; de jóvenes ya los enseñan a no tener remedios medicinales, y soportan los fríos y las heladas. Sin embargo las caballerías romanas son de razas más blandas, están acostumbradas a vivir a cubierto resguardadas del frio y de otras inclemencias. Así que ante cualquier indisposición enseguida contraen alguna enfermedad.
En vez de aplicar remedios veterinarios a las enfermedades de sus animales culpaban a las divinidades. Siempre es mejor echar la culpa a otro de tus propios males y señalar a la fortuna. Su escusa es que si enferman, y han de morir, de nada sirve intentar cuidarlos y, si se han de salvar, se salvarán aunque les falte el médico. Vegecio se queja de este razonamiento. Primero, porque es simple, y segundo, porque es irrespetuoso con los dioses:
«Quizá esas otras opiniones todavía podrían considerarse fundadas en algún caso respecto al hombre, de quien se cree que está regido por la divina providencia y los designios de los hados. Pero los animales, con los que la divinidad no se digna tener nada en común, perecen indefectiblemente si no los atienden los hombres y no gastan dinero en curarlos. Pues, ¿qué esperanza les queda a las caballerías, que la divinidad desdeña cuidar, si les falta la medicina humana?»
A menudo uno o unos pocos animales contraen primero la enfermedad y tras eso la peste por contagio destruye manadas enteras. Los pastos ensuciados y las aguas infectadas por los animales aquejados hacen tanto mal como el veneno. Cuando la fetidez del animal enfermo penetra por los hocicos de los sanos introduce las enfermedades en las vísceras. La muerte pasa a las camadas desde las madres a través de la leche corrompida. Así, a los descuidados decirles que si esto ocurre en las cuadras con numeroso ganado: si un animal, por escaso valor que tenga, contrae una enfermedad contagiosa, también ésta destruirá rápidamente a los animales más preciados.
Por último una reflexión:
«Contra todos estos riesgos suelen ser útiles la diligencia, el interés, la eficacia de las hierbas y los conocimientos de medicina. Y si la primera disciplina de los médicos consiste en estudiar las partes y los órganos del cuerpo humano, igualmente los veterinarios necesitan aprender bien todo referente a los huesos, los músculos y las venas de las caballerías. Pues tampoco puede curar de forma metódica quien desconoce la naturaleza de aquello que cura».
Realizado por Ángel Portillo
Fuente: Mulomedicina o Medicina Veterinaria de Publio Vegecio Renato.
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Foto: Domino público, Tunis, Mosaïque à la villa de la volière à Carthage.
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