jueves, 19 de marzo de 2020

BREVE INTRODUCCIÓN DEL MUNDO ROMANO Y LA MUERTE.


En Roma la muerte de un individuo implicaba el respeto riguroso de unos ritos funerarios, que evidentemente variaban según la clase social del difunto. Todo eso unido a unas complejas prácticas sociales y de supersticiones, muchas veces originadas en tradiciones prerromanas o variables locales.

El cadáver era considerado funesto (impuro) y todo aquello o aquel que lo tocaba se contaminaba por ello, debiendo ser posteriormente purificado. La domus (casa) donde alguien fallecía y todos los que la habitaban, pasaban a ser calificados también como funestos. Manteniendo esta visión en ellos hasta la sepultura.

A los funerales se les llamaba normalmente funera justa o exequiae, aplicándose el segundo término al cortejo o la procesión fúnebre (pompa funebris).

En principio había dos tipos de funerales, los públicos y los privados:

*A los primeros se les conocía como funus publicum, la ciudad era invitada a asistir y a honrar al fallecido . Eran pomposos y se celebraban de día.

*Los funerales privados se conocían como funus tacitum, translatitium o plebeium, lo que ya nos indica la clase social de las personas a las que estaba reservado. Evidentemente no tenían tanta solemnidad.


Los romanos solían ser previsores y guardaban dinero para pagar los costes de su funeral, así como el de sus familiares. Costumbre que todavía tiene mucho arraigo en España en forma de seguro de decesos.

Si alguien no lo había hecho, ni había asignado a nadie para que se lo pagara ni tenía a nadie que lo hiciera, esto recaía sobre sus herederos o familiares. En tal caso el coste de enterrarlo debía ser asumido por sus familiares (o amigos) dependiendo de su importancia en el acceso a las propiedades del difunto.

Retrato de una niña con una corona de oro, del Egipto romano, dominio público.

Una cosa era el trato dado al cuerpo y otra el dado al espíritu del difunto. Al actuar sobre el cadáver se trataba de favorecer al alma y que ésta no se volviera contra los familiares por haber sido tratado de manera indecorosa.

En la cultura romana se creía que, al contrario que los cuerpos que caducaban, los espíritus seguían viviendo, asumiendo tras el fallecimiento el rango de divinidades a los que llamaban manes.

De esa manera cada familia tenía sus propios manes. Estos espíritus divinizados, eran en principio apacibles y bondadosos, pero podían llegar a ser funestos en el caso de que la tumba fuera profanada o no fueran respetados correctamente. En el caso en que el cuerpo del fallecido no pudiera ser llevado, por motivos mayores, y no pudiera ser enterrado entre los miembros de la familia, se construía una tumba vacía en su honor, para protegerlo de los espíritus ignominiosos.


Los lemures o larvae eran los espíritus malvados de los difuntos que, no habiendo sido sepultados, habiendo sido maldecidos y no pudiendo por ello entrar en el Averno, vagaban asustando a los familiares, los cuales para aplacarlos, estaban obligados a complicados ritos expiatorios de protección.

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Fuente: El Mundo Romano y la Muerte de A. López Borgoñoz

Ángel Portillo autor de:
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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia

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