La mayor victoria de la Legio III Gallica en el Danuvius.
“En febrero, cuando las trompetas entonaron la señal «¡A las
armas!» a través de todo el campamento del Danubio de la legión III Gallica, la
nieve todavía no se había derretido en Mesia. La legión, que llevaba menos de
un año en su nuevo destino, recibió la orden de ponerse en marcha de inmediato.
Liderada por su legado, Fulvio Aurelio, la III Gallica salió a toda velocidad
con la misión de interceptar una fuerza de muchos miles de jinetes sármatas de
la tribu de los roxolanos que habían atravesado el helado Danubio para
emprender razias en el norte de Mesia
Los oponentes sármatas, jinetes expertos procedentes de Asia
[…] llevaban armaduras de escamas y cascos cónicos, y utilizaban largas lanzas
y arcos, pero no escudos. La espada de los sármatas roxolanos era tan larga que
se guardaba en una funda sujeta a la espalda y se sacaba con las dos manos por
encima del hombro. […]
Los exploradores de la caballería romana localizaron el
campamento roxolano; en un terreno cubierto por la nieve, se extendía por una
amplia llanura cerca de unas marismas heladas. Los roxolanos no construían
campamentos defensivos. Sus centenares de carros estaban dispersos por el
paisaje, mientras que mantenían a sus caballos, de los que poseían varios
miles, atados en grupos. La III Gallica acampó a cierta distancia de ellos, sin
encender ninguna fogata. Aurelio, decidió atacar al amanecer, mientras aún
disponía de la ventaja del elemento sorpresa.
Al llegar el alba, con la niebla cubriendo los silenciosos campos,
los hombres de la III Gallica adoptaron posiciones sin hacer ruido. La niebla
se había levantado cuando las trompetas romanas dieron la orden de cargar. Los
sármatas, que no apostaban centinelas, estaban totalmente desprevenidos, con la
guardia baja. Desesperados, intentaron ponerse las armaduras, ensillar a sus
caballos, montar y luchar. Tácito dijo de la caballería sármata: «Cuando cargan
en escuadrones, muy pocas líneas de infantería son capaces de resistir ante ellos»
[Tác., H, I, 79]. Pero los roxolanos no tuvieron oportunidad de organizar una
carga. Los legionarios emplearon sus jabalinas como lanzas, y utilizaron sus
escudos para derribar a sus adversarios y sus pesadas armaduras, para después
matarlos rápidamente con la espada. Según cuenta Tácito, una vez en el suelo,
«los roxolanos se encontraban prácticamente indefensos, porque el peso de sus
corazas hacía muy difícil que se volvieran a levantar» [ibíd.].
Aquellos roxolanos que lograron montar se encontraron con
que sus caballos se resbalaban en el helado terreno. Con las tropas romanas
sobre ellos, las largas lanzas sármatas resultaban inútiles. Muchos roxolanos
fueron arrancados de los lomos de sus monturas y arrojados al suelo. Y una vez
allí, el valor de los sármatas se esfumaba. «Ningún soldado podía mostrar tan
poco espíritu cuando luchaba a pie», dijo Tácito de ellos [ibíd.].
Un puñado de sármatas heridos escapó hacia los pantanos,
para morir finalmente congelados durante la noche. Todos y cada uno de los miembros
de la fuerza roxolana fueron exterminados: nueve mil hombres. Las bajas de la
III Gallica fueron tan escasas que ni las contaron. […].”
Página Facebook. Ángel Portillo Lucas.
Blog: Lignum en Roma.
Foto: Representación moderna de un catafracto, Creative Communs
1.2 by John Tremelling.