Secretos para parecer más hermosa. La vida corriente en la antigua Roma.

Las bellas no requieren la ayuda ni los consejos de mi arte; ya tienen ellas su dote: una belleza que se impone sin necesidad de artificios. Cuando el mar está en calma, el marinero descansa sin preocupaciones; cuando se encrespa, se sitúa él cerca de sus aparejos. Sin embargo, raro es el rostro que carece de algún defecto: tapa esos defectos en la medida que te sea posible y esconde la imperfección de tu cuerpo. A pesar de todo, que el amante no vea los frascos desparramados sobre el tocador: el artificio embellece siempre que se mantenga en secreto. ¿A quién no le resultan desagradables las heces del vino untadas por toda la cara, cuando por si solas se escurren hasta los tibios pechos? ¿Por qué hemos de oler la sirria, mugre sacada de un vellón de oveja sin lavar, por más que la envíen de Atenas? No me parecería bien a mí que usarais en público la mixtura de médulas de cierva, ni que os limpiarais los dientes en público. Esos productos darán hermosura pero serán desagradables de