miércoles, 15 de julio de 2020

PAX DEORUM ("paz de los dioses")


Si bien es cierto que el cultivar las virtudes, entre ellas la pietas, y el respeto hacia las costumbres ancestrales (mos maiorum) ayudan a comprender el porqué de la religión romana, por si solas nos indican que tenían una obligación con los antepasados, pero no con los dioses. Es por ello que hay algo más para entender la necesidad de una religión y esto es la paz de los dioses (la pax deorum). 

La pax deorum es el pacto y la unidad entre hombres y dioses que se alcanza mediante la estricta observación de las virtudes y la religión. Lo importante es alcanzar este estado de armonía y comprensión mutua con los dioses, es decir, con las fuerzas de la naturaleza, u orden natural, que nos rodea. Para un romano los dioses eran el camino a la sabiduría y la humanidad que nos completa como seres; y a la “sabiduría” sólo se llegaba mediante la pax deorum. Este acuerdo simbolizaba que los dioses eran favorables a Roma, puesto que los romanos estaban en paz con los dioses. Como estos son favorables a la Urbe están continuamente ayudando a la ciudad eterna. Siguiendo esta línea, cualquier acontecimiento desgraciado que sufra Roma es el resultado de una ofensa personal o colectiva hecha a los dioses, un gran error que llevaría a un desequilibrio de la armonía y el pacto natural que haría encolerizar a los dioses (ira deorum). 

De un lado, la necesidad de perseguir la pax deorum es, por tanto, un deber que tenían con Roma, los antepasados, el resto de hombres y con los dioses. Para los romanos los seres divinos los rodeaban constantemente e interactuaban con ellos sin poder evitarlo. Del otro lado, también es un deber que tenían con ellos mismos, ya que todos se veían obligados a saciar la sed de “sabiduría” que tenían dentro y que los completaba como hombres (vir). 

Júpiter, dominio público. 

Según Salustio (Cat. 12.3), opinión que comparte Cicerón: «Por mucho que nos amemos, senadores, no podemos igualar a los hispanos en número, a los galos en fortaleza, a los púnicos en astucia, a los griegos en las artes, ni a los mismos italianos y latinos en el sentimiento nativo y natural de este pueblo y esta tierra; pero en la piedad, en la religión y en esa sabiduría especial por la que sabemos que todo se rige y se gobierna por la voluntad de los dioses, superamos a todos los pueblos y naciones» 

Las acciones no sólo se rigen, por así decirlo, por la necesidad de evitar el Tártaro y el afán de alcanzar el Elíseo, sino también en la necesidad de armonía tanto individual, como de quien nos rodea y con los dioses y de “sabiduría” que sólo se sacia con una observación recta de las virtudes y con unos acuerdos justos con los dioses que cuentan con la garantía de unos rituales ejecutados a la perfección tal como nos ordena la religión. 

Si fallaban en lograr o intentar alcanzar esta pax y no observaban la religión, entonces causaban la ira deorum, es decir, la discordancia con los dioses. Esto haría que sus vidas fueran vacías y llenas de infortunio, pues no vivían una vida en concordancia con la naturaleza, es decir, con los dioses. Este infortunio se podía extender a los que los rodeaban o incluso a Roma. Ni que decir tiene que el delito religioso era severamente tratado.

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Fuentes: Diccionario de la Religión Romana, de José Contreras Valverde, Gracia Ramos Acebes e Inés Rico Rico y Web Nova Roma.


Ángel Portillo Lucas, autor de:
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Miembro del grupo de recreación histórica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.