martes, 4 de septiembre de 2018

Galeno, el uso de las partes – Libro III


[…] El hombre es, pues, el único animal que tiene manos, órganos adecuados para un ser vivo inteligente y es el único pedestre bípedo y de posición erguida, porque tiene manos. El cuerpo necesario para la vida está constituido por las partes que están en el tórax y en el abdomen, mientras que el destinado a la locomoción necesita las extremidades. Por ello, en ciervos, perros, caballos y similares las extremidades delanteras se han convertido en patas como las traseras y eso contribuye a su velocidad. En el hombre, en cambio — pues no tenía necesidad de velocidad propia quien iba a domar con su inteligencia y con sus manos al caballo y era mucho mejor que, en lugar de órganos de la velocidad, tuviera los necesarios para todas las artes—, las extremidades delanteras se convirtieron en manos.
Por qué no tiene, entonces, el hombre cuatro patas, y, además de ellas, manos como los centauros? En primer lugar, porque la mezcla de cuerpos tan diferentes le era imposible a la naturaleza, pues no solo hubiera tenido que combinar, como los escultores y los pintores, formas y colores, sino que también habría tenido que mezclar todas sus sustancias, que no son susceptibles de mezcla ni fusión. Si se produjera, en efecto, una unión amorosa entre hombre y caballo, las matrices no llevarían, en absoluto, el esperma a su perfección.
Si Píndaro, como poeta, acepta el mito de los centauros, habríamos de ser indulgentes con él, pero tendríamos que censurarle por su pretensión de sabiduría si, como hombre inteligente, pretende saber algo más que la mayoría y se atreve a escribir:

... [Centauro]
que se unió a las yeguas de Magnesia en las faldas
del Pelión, a partir de lo que surgió una maravillosa raza,
semejante a la de ambos progenitores, a la de la madre
en la parte inferior y a la del padre en la superior.
Una yegua, en efecto, podría recibir el esperma de un asno y una burra, el de un caballo, conservarlo y llevarlo a la perfección hasta la formación de un animal hibrido. Así también una loba podría recibir el de un perro y una perra, el de un lobo o el de un zorro como también una zorra, el de un perro. Pero una yegua no podría recibir ni siquiera el semen de un hombre en la cavidad de su útero pues sería necesario un miembro viril más largo y, si en alguna ocasión pudiera recibirlo, se destruiría enseguida o a no mucho tardar.
No obstante, oh Píndaro, a ti te concedemos el cantar y el contar mitos, pues sabemos que la musa poética necesita lo sorprendente no menos que sus otros ornamentos, pues pienso que tú quieres no tanto ensenar a tus oyentes cuanto sorprenderlos, encantarlos y embelesarlos. Nosotros, en cambio, que nos ocupamos de la verdad y no de la mitología, sabemos con certeza que el ser de un hombre no se puede mezclar en absoluto con el de una yegua. […]



Fuente: Galeno, el uso de las partes – Libro III

Foto: Da Pompeii, Casa di Sirico, Museo Archeologico Nazionale di Napoli, CC 4.0 (JoJan)


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