lunes, 18 de junio de 2018

LIGNVM - Ángel Portillo. Capítulo XIV – Recluta Lignum (Fragmento)

<< Con el último ejercicio nuestro optio consiguió que le llegara a desear en más de una ocasión lo que le pasó a Prometeo, que encadenado por el dios del fuego y de las fraguas en una de las más altas montañas, cada día un águila le comía el hígado, y al ser héroe inmortal, el órgano le crecía, así que cada día el tenaz depredador volvía a comérselo en un tormento eterno. En esta última prueba se incorporó toda la Legio I Italica. Marchamos todos con el equipo individual de cada legionario. A cada contubernium se añadieron dos sirvientes que portaban las dos mulas con el resto del equipo que no cargábamos los legionarios, como la cocina de campaña, las tiendas, las estacas para las murallas o el molino portátil para el trigo, entre otras cosas. El ejercicio consistía en simular un día de marcha con el desplazamiento de toda la Legio. Por ese motivo, después de hacer los treinta kilómetros en cinco horas nos pusimos a cavar zanjas y a amontonar tierra para construir una fortaleza provisional. Tuvimos que ir a los bosques a por troncos, al río cercano a por agua, hacer partidas de caza y, cómo no, hacer patrullas de vigilancia por la zona. Después, montada ya la fortaleza, nos tuvimos que hacer la cena. Cuando dábamos el último bocado a la comida que ni tan siquiera quería entrar a nuestro estómago, se nos asignaron nuevas ocupaciones, seguramente para que no nos aburriéramos. Tuve la suerte de hacer guardia en una de las torres durante la primera vigilia. Después de eso, con las pocas fuerzas que me quedaban me dirigí a mi tienda a dormir. No recuerdo cómo me quité la armadura ni cómo me tumbé encima de mi manta. Solo recuerdo que todo mi ser quería asesinar al optio y al centurión. Mi ser tenía ganas de hacerlo, pero mi cuerpo no podía más, así que me entregué al sueño. >>




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