miércoles, 1 de diciembre de 2021

MEDICINA EN EL EJÉRCITO ROMANO

El Imperio Romano tenía uno de los ejércitos mejor entrenados y triunfales del mundo antiguo, pero los legionarios no solo eran necesarios para conquistar nuevas tierras y defender el territorio, sino que también se ocupaban de mantener el orden, construir calzadas, acueductos y ciudades. Dicho de otro modo: eran mano de obra cualificada. Por todo ello era vital mantener a las tropas tan en forma y saludables como fuera posible, y que tanto los heridos como los enfermos recibieran cuidados en razón a la escasez de buenos reclutas. Un legionario estaba en servicio 20 años, esa experiencia tenía que ser optimizada. Según estos condicionantes, el Imperio Romano dependía de la disponibilidad de tropas sanas y por ello cada fortaleza militar tenía un equipo médico permanente.

Wiki Creative Commons 4.0 by Rabax63


Se atribuye a Augusto la creación de un cuerpo médico, le otorgó los medicii un estatus especial, y los elevó al rango de ecuestre. También los liberó de muchos impuestos para que el servicio en el ejército fuera atrayente.


Desde los inicios del Principado se diseñaron sofisticados hospitales permanentes, valetudinaria, con salas especializadas para diferentes tareas, y con aislamiento de algunos pacientes para reducir la propagación de enfermedades, algunos con calefacción central y buena ventilación. De hecho los mejores hospitales que existían en el mundo romano fueron los del ejército en los castra de las zonas fronterizas.

Según Flavio Vegecio Renato la máxima responsabilidad de la salud de los hombres era de los oficiales. Estos y los médicos estuvieron altamente motivados para intentar disminuir la gran cantidad de bajas sufridas por las tropas en el curso de tantas batallas y enfermedades.


En cuanto a traumatología está claro que eran los médicos en tiempo de guerra los que llegaron a la mayoría de las innovaciones, porque estuvieron organizados, repartidos por todo el Imperio y se aplicaron para captar y difundir cualquier información o técnica nueva que funcionase bien. Se podría afirmar que los soldados romanos recibieron una atención médica superior a la que podía imaginar cualquier ejército de la antigüedad.

El cuerpo médico estaba totalmente integrado en la estructura militar. Decir que hubo varios rangos asociados con el cuerpo médico y las reformas militares también afectaron a esta parte del ejército, de tal manera que se desconoce exactamente la diferencia exacta entre todos ellos. Comparar fuentes de diferentes épocas y generalizar puede llevarnos a error. En teoría todos los miembros del cuerpo recibían entrenamiento médico militar formalizado. Algunos de estos rangos incluyen:


Milites medicii: Soldados de menor rango con habilidades médicas especiales que los hicieron inmunes del trabajo manual que los otros legionarios tenían que hacer.


Optio valetudinarii: No tenía que ser médico, el administrador de las instalaciones y la intendencia del hospital.


Capsarii: Médicos de campo o paramédicos. Llamados así por los capsae de vendajes que llevaban. El capsarius era el encargado de preparar y llevar la bolsa (la capsa es una caja redonda que contiene vendajes y apósitos), donde se guardaba el instrumental médico y los ungüentos que se utilizaban en el campo de batalla, Justo detrás de las primeras líneas en acción. Tras aplicar los primeros auxilios, se transportaba al herido al hospital de campaña. Cada legión disponía para ello de una unidad especial compuesta de carros, caballos y camilleros. Esto buscaba dos objetivos: el primero, evacuar al herido de gravedad rápidamente con los primeros cuidados, y el segundo, asistir al herido leve, se trataba básicamente de curar rápidamente a los heridos menos graves, para que volvieran al campo de batalla lo antes posible.


El seplasiarius: Un hombre responsable de suministrar ungüentos para la curación de heridas.


El medicus sesquiplicarius: Médico de una legión entera.


Medicus ordinarius: Médico de una cohorte legionaria. Era un médico especializado, con el rango de centurión, aunque con responsabilidades exclusivamente médicas. Además del encargado de los Capsarii de su unidad.


Medicus duplicarius: En alaes o cohortes auxiliares. Probablemente un rango medio entre medicus y el optio.

Instrumental capsarii, grupo de recreación Barcino Oriens

Entre las funciones del cuerpo médico militar no solo estaba la atención a los soldados heridos en la batalla, sino también la prevención y el control y el tratamiento de enfermedades infecciosas, una fuente importante de víctimas. Así pues, estos también se centraron en cuestiones como la dieta, salubridad de las aguas, ejercicio e higiene.

Las actividades quirúrgicas sólo las realizaban los correspondientes especialistas. El material de un médico militar incluiría forceps, escalpelos, catéteres, e incluso, extractores de flechas. Los cirujanos empleaban un amplio espectro de analgésicos y sedantes para ayudar en la cirugía, incluyendo extractos de amapolas de opio (morfina), y semillas de henbane (escopolamina). Podían tratar llagas y heridas con ungüentos y pociones, y prepararían medicaciones diversas con plantas y especias. También llevarían a cabo cirugía elemental, aunque, en ausencia efectiva de anestésicos, algunos morían a consecuencia del shock y el dolor. La imperfección de los antisépticos de la época implicaba que, a veces, infecciones postquirúrgicas y gangrena consecutiva, en algunos casos, podían acabar en amputación o en algo peor, la muerte.


Aunque los romanos no entendían realmente la relación de los gérmenes con las enfermedades, empleaban muchas de las técnicas antisépticas: hervían el instrumental antes de usarlo, no re empleaban el mismo instrumento en un paciente sin antes rehervirlo y lavaban las heridas con acetum (vinagre).


Los cirujanos sabían cómo usar los torniquetes y las ligaduras para parar la pérdida de sangre, pues conocían que las arterias y las venas transportaban sangre. El conocimiento de los médicos romanos del sistema circulatorio permitió otras innovaciones médicas, como el torniquete hemostático para detener la pérdida masiva de sangre; y la grapa quirúrgica para suturar arterias.

Fueron capaces de desarrollar sus habilidades en el campo de batalla, tratando a soldados heridos y enfermos, y se beneficiaron de los nuevos tratamientos y medicamentos aportados a medida que más y más pueblos y culturas fueron conquistados por el Imperio.

Para saber más:
Técnicas médicas romanas de Gladiatrix en la Arena.
Herramienta de cirugía ocular de Atenea Nike


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 FUENTES.

Tratado de agricultura de  Rutilio Tauro Emiliano Paladio.

Legio XIIII Capsarius/Medicus Equipme Built by Joseph Biggie.

Collective Care of Soldiers and Slaves: Roman Valetudinaria (academia.edu).

La cirugía en el imperio romano. Luis Monteagudo García.

Re Militari de Flavio Vegecio Renato.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Nociones sobre la visión del Sexo de las mujeres romanas en el matrimonio.

Poco se sabe realmente de lo que sucedía cuando se cerraba la puerta de una alcoba. Sin embargo, no cabe duda de que el sexo es una parte normal de la vida conyugal entre el hombre y la mujer. Estas líneas son una visión generalizada de lo que reinaría en la antigua Roma. En aquel tiempo el sexo reflejaba el modelo cultural dominante/sumisa de la institución del matrimonio. Dentro de esa costumbre existía la posibilidad de que la mujer fuese una buena pareja sexual. Una canción de boda compuesta por el poeta de la élite, Catulo, puede captar la esencia real: «Novia, asegúrate de que no te niegas a hacer lo que tu marido te pida, o irá a buscarlo a otro sitio».


Artemidoro confirma esta actitud en la gente corriente:

«Tener relaciones con la esposa dispuesta y sumisa (no reacia al sexo) es algo bueno a juicio de todo el mundo, puesto que la esposa representa para el que sueña el arte o la profesión que le proporciona placer o domina, ya que también controla a su mujer. El sueño augura beneficios derivados de esas cosas ya que, por un lado, el hombre obtiene placer del acto de Afrodita, y por otro, obtiene placer al recibir beneficios. Sin embargo, si la esposa es reacia o no se ofrece, ello es señal de lo contrario». (Sueños 1.78)

Matrona romana, John Willians Godman, dominio público


Resulta fácil imaginar a las esposas experimentadas aconsejando a las novias jóvenes que hagan lo que desee el marido: «los hombres siempre son hombres», «los hombres son así» o «tú dale hijos, sobre todo varones, y se te acaban los problemas». Reconocimiento del elemento psicológico del sexo en el matrimonio junto con el elemento procreativo.

El mismo Artemidoro nos dice:

«El miembro viril se corresponde con los progenitores, puesto que contiene el principio de la generación; con los hijos, ya que así mismo es la causa de su nacimiento; y con la mujer y con la amante, porque es imprescindible, para el acto amoroso. De igual modo, con los hermanos y con todos los parientes consanguíneos, en razón de que cualquier género de parentesco procede del pene. Este representa la fuerza y la hombría corporal, debido a que es la fuente de ellas, hasta el punto de que es llamado por algunos «virilidad» (Sueños 1.45).

El texto era muy explícito y recordaba que el varón era el amo y creador y la hembra el receptáculo, por lo que debía mostrarse sumisa. Con seguridad estas ideas iban asociadas a otras religiosas: «Así lo quieren los dioses».

Los hombres eran más o menos libres de satisfacer sus impulsos sexuales con esclavas y prostitutas; las mujeres no. De modo que el placer sexual «respetable» de la mujer quedaba restringido al matrimonio. Indudablemente, podía disfrutar del sexo y, de hecho, debía hacerlo si había de tener lugar la concepción. Médicos, desde Hipócrates a Sorano, pasando por Galeno, relacionaban el orgasmo femenino o, como mínimo, una actitud positiva ante el acto sexual, con la concepción. Por consiguiente, dentro de la función fundamental de la mujer casada -la procreación-, el disfrute del sexo no sólo estaba permitido, sino que era deseable.

Aun así no hay que olvidar que el grado de disfrute variaba desde «cumplir de buen grado con su deber» hasta caer en el exceso sexual.

«Cómo se recibe el placer es también de gran importancia, pues las esposas concebirán más a menudo si el acto se realiza como los animales salvajes y domésticos, porque de este modo, con los pechos hacia abajo y los genitales elevados, la semilla del varón llegará donde ha de llegar». (Sobre la naturaleza de las cosas)

«Los movimientos sexualmente estimulantes son absolutamente inútiles para las esposas, puesto que una mujer no concibe -e incluso lucha contra ello- si favorece con entusiasmo la penetración del hombre con el movimiento de sus caderas y hace que eyacule en su convulso seno. Pues aparta el surco de la reja del arado y evita que la semilla caiga donde debería». (Sobre la naturaleza de las cosas)

Hay una frase de Publilio Siro que vale la pena repetir: «Una esposa cumplidora aparta al hombre de las prostitutas» (Máxima 492). Así pues si bien las esposas podían disfrutar del sexo «natural», en general, un comportamiento «desviado» (cualquier actividad sexual que fuese más allá de la procreación) estaba, en principio a ojos públicos, mal visto en el lecho conyugal.



El impacto del lesbianismo en la vida de las mujeres corrientes es imposible de valorar, pero no cabe duda de que ese tipo de experiencias estaban presentes. Lucio escribe:

«Ven, época futura, legisladora de extraños placeres, crea nuevos caminos para la lujuria masculina, pero concede el mismo privilegio a las mujeres y permíteles tener relaciones entre ellas como hacen los hombres. Permíteles ceñirse astutamente instrumentos libidinosos, monstruosidades misteriosas que carecen de semilla, y que las mujeres yazgan con mujeres como lo hacen los hombres. Que el lesbianismo displicente campe a sus anchas, y que las alcobas de nuestras mujeres emulen a Filenis, deshonrándose con amores sáficos. (Asuntos del corazón)

Artemidoro aporta pruebas de que el lesbianismo era practicado por la población en general, ya que en su obra se plantea la posibilidad de que una mujer posea a otra:

«Si una mujer penetra a otra compartirá sus secretos con la que es penetrada. Pero si no conoce a la penetrada, emprenderá tareas frívolas. Si una mujer es penetrada por otra, se divorciará de su marido o enviudará. Sin embargo, conocerá los secretos de la que está haciendo el acto». (Sueños 1.80)

Esta mención explícita al lesbianismo se compensa con otras según las cuales las relaciones homosexuales entre mujeres debían evitarse; así, por ejemplo, Pablo critica a «las mujeres politeístas por «cambiar las relaciones naturales por relaciones antinaturales» (Romanos 1:26).

Favourite custom, Sir Lawrence Alma-Tadema, dominio público.

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Fuentes: 
La Roma de los olvidados de Robert C Knapp.
La interpretación de los sueños de Artemidoro.


sábado, 21 de agosto de 2021

NOCIONES SOBRE LA RELIGIOSIDAD DE LOS ROMANOS.

 

El pueblo romano fue, según testimonio de ellos mismos, el más religioso de la Antigüedad pues tenía la convicción de que el orden natural era el orden de los dioses. Por eso, para ellos, era tan importante la pax deorum o el pacto y la unidad entre hombres y dioses que se alcanzaba mediante la estricta observación de las virtudes y la religión. Pretendían comprender a los dioses, es decir, las fuerzas de la naturaleza, u orden natural, que los rodeaba. Para un romano los dioses eran el camino a la sabiduría y la humanidad que los completaba como seres; y a la “sabiduría” sólo se llegaba mediante la pax deorum. Este acuerdo simbolizaba que los dioses les eran favorables puesto que los romanos estaban en paz y armonía con las fuerzas naturales. Como estos observaban esta pax las divinidades eran favorables a Roma.



«Por mucho que nos amemos, senadores, no podemos igualar a los hispanos en número, a los galos en fortaleza, a los cartagineses en astucia, a los griegos en las artes, ni a los mismos italianos y latinos en el sentimiento nativo y natural de este pueblo y esta tierra; pero en la piedad, en la religión y en esa sabiduría especial por la que sabemos que todo se rige y se gobierna por la voluntad de los dioses, superamos a todos los pueblos y naciones» (Nat.2.3, Cicerón).



Polibio, Varrón y Tito Livio nos dejan también en sus textos su opinión sobre el tema. Los romanos, según ellos, eran más religiosos que los mismos dioses. Tenían treinta mil dioses o más, pues había que añadir los numina, fuerzas divinas, que residían en la naturaleza. Presumían a su vez que Roma era una ciudad que estaba impregnada de religión ya que había infinidad de templos en los que residían los dioses. Fustel de Coulanges, historiador francés, afirma que en Roma había más dioses que ciudadanos y que no existía un solo acto en la vida privada o pública de los romanos en que no se hiciera intervenir a los dioses.



Fustel de Coulanges en su obra La Ciudad Antigua comenta lo siguiente:

«La casa de un romano era para él lo que un templo para nosotros: en ella se encuentra su culto y sus dioses. Su hogar es un dios; dioses son los muros, las puertas, el umbral; los límites que rodean su campo también son dioses. La tumba es un altar; sus antepasados, seres divinos. Cada una de sus acciones cotidianas es un rito, el día entero pertenece a su religión. Mañana y tarde invoca a su hogar, a sus Penates, a sus antepasados; al salir de casa o al volver, les dirige una oración. Cada comida es un acto religioso que comparte con sus divinidades domésticas. El nacimiento, la iniciación, la imposición de la toga, el casamiento y los aniversarios de todos estos acontecimientos, son los actos solemnes de su culto. Sale de su casa y apenas puede dar un paso sin encontrar un objeto sagrado: o es una capilla, o un lugar herido antaño por el rayo; tan pronto ha de concentrarse para pronunciar una oración, como ha de volver los ojos y cubrirse el rostro para evitar el espectáculo de un objeto funesto. Todos los días sacrifica en su casa, cada mes en su curia, varias veces al año en su gens o en su tribu. Además de todos estos dioses, aún debe culto a los de la Urbe. Hace sacrificios para dar gracias a los dioses; realiza actos, y en mayor número, para calmar su cólera. Un día se muestra en una procesión danzando, según un ritmo antiguo, al son de la flauta sagrada. Otro día conduce los carros donde van las estatuas de las divinidades. Otra vez un lectisternium, en medio de la calle se dispone una mesa con comida; las estatuas de los dioses se reclinan en sus lechos, y cada romano pasa, se inclina, llevando una corona en la cabeza y una rama de laurel en la mano. Hay una fiesta para la siembra; otra para la siega; otra para la poda de la vid. Antes de que el trigo haya espigado, ha hecho más de diez sacrificios e invocado a una docena de divinidades particulares para el éxito de la cosecha».

Para dar a entender la complejidad de las deidades romanas valga como ejemplo esta enumeración de los dioses que intervenían en el cultivo de los campos: Verváctor, «Arador de primavera»; Reparátor, «Preparador de la tierra »; Impórcitor, «El que hace surcos con el arado»; ínsitor, «el que ahonda la semilla»; Obarátor, «El que ara por encima»; Ocátor, «El que deshace los terrones con el rastrillo»; Sarcítor, «Cavador»; Subruncinátor, «Escardador»; Mésor, «Segador»; Convéctor, «Acarreador»; Cónditor, «Almacenador»; Prómitor, «El que saca». Tras pasar el tiempo algunas de estas deidades se unieron al culto a Ceres.

Los romanos sostenían que algunos ritos, acciones u objetos favorecían la buena suerte o alejaban lo negativo y transmitieron dichas creencias a sus descendientes, no olvidemos lo importante que eran para ellos las costumbres. El historiador francés, entre otras cosas, añade lo siguiente en cuanto a esto:

«Sobre todo tienen un gran número de fiestas para los muertos, porque les tiene miedo. Jamás sale el romano de casa sin mirar si aparece algún pájaro de mal agüero. Hay palabras que no se atreve a pronunciar en toda su vida. Si tiene algún deseo, lo escribe en una tablilla, que deposita al pie de la estatua de un dios. A cada momento consulta a los dioses y quiere saber su voluntad. Todas sus resoluciones las encuentra en las entrañas de las víctimas, en el vuelo de los pájaros, en los avisos del rayo. La noticia de una lluvia de sangre o de un buey que ha hablado le turba y le hace temblar; solo quedará tranquilo cuando una ceremonia expiatoria le haya puesto en paz con los dioses. Siempre sale de su casa con el pie derecho. Solo se corta el pelo en plenilunio. Lleva consigo amuletos. Contra el incendio cubre los muros de su casa con inscripciones mágicas. Sabe fórmulas para evitar la enfermedad y otras para curarla. Jamás delibera en el Senado si las víctimas no han ofrecido signos favorables. Abandona la asamblea del pueblo si ha oído el grito de un ratón. Renuncia a los proyectos más meditados si advierte un mal presagio o si una palabra funesta hiere sus oídos. Es valiente en el combate, pero a condición de que los auspicios le aseguren la victoria».
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Fuentes:
La Ciudad Antigua de N.D.Fustel de Coulanges. Barcelona 1971, traducción de C. A. Martín.
Diccionario de la Religión Romana de José Contreras Valverde, Gracia Ramos Acebes e Inés Rico Rico.

Imágenes.
1 - Bible museum in Njimegen. Roman town: Lararium - shrine for the patron gods of the house, Creative Commons 3.0 Wolfgang Sauber.
2- Panteón de Roma, portal pixabay, dominio público.

Ángel Portillo Lucas, autor de: 
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martes, 10 de agosto de 2021

La visión de las epidemias en la antigüedad.

«La plaga es un castigo del Señor por los pecados cometidos por los hombres», Juan de Éfeso.

Plague in an Ancient City by Michiel Sweerts, public domain



En contra de la creencia popular en ciudades como la Roma republicana la vida diaria se realizaba en un medio insano de hacinamiento, malnutrición y pobreza, con un alto riesgo de contaminación del agua y los alimentos con materia fecal humana y animal, sin olvidar los insectos. Un ambiente óptimo para la aparición de enfermedades transmisibles endémicas. Sin embargo estos fenómenos fueron normalmente locales. Después del Imperio y la globalización del mundo mediterráneo era mucho más fácil viajar y las rutas comerciales eran más extensas, llegando a Oriente; más vías para de acceso por los agentes patógenos.

The angel of death during the plague of Rome, Creative Commons 4.0 by Fæ



Lo explicado anteriormente no era para la época la causa de la enfermedad. La visión general era que los dioses intervenían en todos los quehaceres de la vida y que con su paz o con su ira se podía explicar todo. Dicho de otro modo, ellos eran el orden natural de las cosas, si éste se rompía, sobrevenía, entre otras cosas, la enfermedad. El concepto de que los dioses curaban las enfermedades era tan real, tan cierto, que se consideraba incuestionable. De ahí que el tratamiento de estas plagas o pestilencias se abordó desde tres ámbitos.

En primer lugar, se pusieron en marcha medidas de carácter religioso, con el fin de aplacar a los dioses. Por ejemplo, en Roma tras una gran epidemia en 239 a. C. se introdujo el culto a Esculapio (Asclepio, dios griego de la medicina) el templo de la cual se elevó a la isla Tiberina.

En segundo lugar, se trató de utilizar el conocimiento de la época a través de la actuación de los médicos, sacerdotes o sanadores, que en la mayoría de las ocasiones eran la misma persona. Los tratamientos no escapaban a esta realidad social, oraciones y ofrendas eran, sin duda, rituales de curación que buscaban congraciarse al paciente con la divinidad. No podemos olvidar aquí el importante uso de remedios de herborista o minerales que se suministraba al enfermo mezclado con la liturgia del rito expiatorio.

Finalmente, fue constante la implicación del estado, o el poder público, en la lucha para vencer a la enfermedad, porque el ataque de la pandemia constituía un factor de ruptura de la cohesión y del orden social. Tucídides, historiador y militar, nos relata lo siguiente sobre la peste de Atenas: «Los era igual mostrarse piadosos o impíos, ya que veían a todos morir por igual. En caso de actos criminales, nadie conseguía vivir lo suficiente para que tuviera lugar el juicio; mucho más pesada era la amenaza para la que ya estaban condenados ». Sobre la peste de Justiniano del historiador Procopius Caesarensis nos indica: «El confinamiento y aislamiento eran totales, porque era más que obligatorio para los enfermos», y añade «Justiniano, dada la desesperada situación, distribuyó pelotones de guardias por las calles. Con el dinero del tesoro imperial e incluso poniendo de su propio bolsillo sepultaba cuyos cuerpos no tenían a nadie que se ocupara de ello».

Por Ángel Portillo Lucas
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Fuentes:
Una aproximación a las pestes y epidemias en la antigüedad, Enrique Gozalbes Cravioto i Inmaculada García García.
Diccionario de la Religión Romana, Jose Contreras Valverde, Gracia Ramos Acebes i Ines Rico Rico. 
Los bajos fondos de la Antigüedad, C. Salles.

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domingo, 27 de junio de 2021

La puella romana, criada para el matrimonio.

Papel de la mujer en la antigüedad.

Desde la más tierna infancia a la mujer, a la niña, se la educaba para casarse, ser una buena madre y esposa, y eran instruidas con este propósito. Juan Crisóstomo, describe a la perfección el pensamiento clásico de la antigüedad:

«El papel fundamental de la mujer es ocuparse de sus hijos, de su marido y de su hogar […]. No está capacitada para hablar en el concejo municipal, pero puede dar su opinión en lo tocante a asuntos domésticos. De hecho, a menudo conoce mejor las necesidades del hogar que el marido […]. Elimina todas las preocupaciones y libera a su esposo de todos los problemas al ocuparse de la despensa, de hilar la lana, de cocinar, de la ropa y de todo el resto de tareas impropias de los maridos. De hecho, puede hacer todas esas cosas mejor que un marido, incluso aunque éste intentase asumir tales tareas». (El tipo de mujeres que deberían tomarse como esposas, 4).

Este fragmento de “Servilia, La mujer que cambió el destino de Roma” de Mireia Gallego Verdejola nos profundiza en lo que se esperaba de ellas:

«El acoso al que nos encontramos es constante, buena hija, buena hermana, buena esposa, buena madre, buena ciudadana. No importa si eres lista, si sabes sobre retórica, si tu oratoria es cuidada, si dominas lenguas, si conoces la metafísica de Aristóteles o si eres la mejor estratega política. Simplemente cuida vástagos romanos, sé digna de tu apellido y satisface a tu dómine».

No debemos ver nunca estos hechos con los ojos del presente y comparar con nuestros tiempos pues la vida, las condiciones y los objetivos eran diferentes. La mujer, en aquellos tiempos maduraba con mucha celeridad. La fémina romana pasaba a ser adulta con el matrimonio. Un cambio en su vida que se producía en el momento adecuado según las costumbres ancestrales romanas. La boda era un rito de tránsito en el que la mujer dejaba su infancia y pasaba a ser matrona.

En ese instante entraba en un nuevo círculo de relaciones familiares y sociales pues Roma era una sociedad patrilocal. La joven se trasladaba a casa de su marido y su identidad quedaba ligada a este. Su rol iría en función de la posición social de su dómine.



Edad para casarse.

Según muchas fuentes jurídicas de la época esto se producía a los 12 años. La niña se consideraba entonces viripotens (casadera o capaz de varón). En el derecho romano, la boda solo era legal si ella tenía esa edad, en el caso de los hombres era a los 14 años. Parece ser que el único requisito adicional era que estuvieran de acuerdo las familias o las personas bajo las que se encontraran supeditadas. Así pues, el varón estaba preparado para el matrimonio cuando tenía, en teoría, capacidad para engendrar y la mujer lo estaba a partir del momento en el que podía, desde el punto de vista físico, mantener relaciones sexuales.



Hay que puntualizar, según Herenio Modestino, que los enlaces en sí no se realizaban a una edad concreta pues el único límite era la infancia. Isidoro de Sevilla establece los siete años como edad a partir de la cual termina la infancia y comienza la pubertad. Los límites de edad eran muchas veces ignorados. El derecho a tomar a estas puellae, se daba por la costumbre y con más probabilidad en las clases altas. El mundo romano estaba definido más por la costumbre y la familia que por estipulaciones de tipo legal, dando paso a casos que nos alejan de una visión unificada o general.

No se consideraban uxores a las jóvenes casadas precozmente hasta que no llegaran a esta edad mínima establecida. De esa manera la niña casada antes de los 12 años se designaba como sponsa o quasi uxor, si se había hecho el enlace formal.

En la epigrafía podemos encontrar algunos epitafios de jóvenes que no cumplieron la edad mínima(CIL XIII, 3846, CIL VI, 17599, CIL VI, 24986, CIL III, 11032):

· Iouina, originaria de Augusta Treuerorum, muerta cuando tenía diez años.
· Fabia Gemella, procedente de Roma, murió a los once años.
· Primitiua, de Roma, muerta a los diez años de edad;
· Auria, de Brigetio en Pannonia Superior, muerta a los diez años de edad.

Es bastante probable que estas edades fueran normales. La legislación no impedía la posibilidad de que la menor de 12 años conviviera en casa del futuro marido. La puella podía ser prometida y trasladada a casa del esposo. Se permitía el oficio de las bodas aunque el matrimonio no se consideraba legal hasta el momento en que la novia cumplía la edad mínima.

En principio las posibles relaciones sexuales, si existieran en esos casos, estarían prohibidas. Aunque, ¿quién sabe qué pasaba en la privacidad de la alcoba de la domus?

Sirva como ejemplo uno de los casos dados anteriormente, el de Fabia Gemella de Roma (CIL VI, 17599):

Fabiae Gemellae / M. Valerius Herecla / Coniugi benemerenti / v(ixit) a(nnis) X d(iesbus) XI.

A pesar de la corta edad de la fallecida, esta es denominada como esposa, coniugi, y no como prometida, sponsa.

Aunque nos movemos en el mito, el mismo Plutarco, en la Vida de Numa, nos relata que se casaban a las niñas a los 12 años, e incluso antes, para asegurar la virginidad de las mismas. Esto nos puede indicar que la costumbre estaba muy arraigada y venía desde los orígenes de la Urbe e incide en que el principal motivo por el que las niñas romanas accedían en ese momento a la vida conyugal respondía al ideal de virtud y pureza. Cuanto antes se casara la joven, más probabilidades existían que fuera virgen y dócil en su comportamiento. Cada familia tenía sus costumbres y la novia debía aprender cómo y a quién abrazar, besar o expresar afecto de manera adecuada, especialmente en el caso de las familias de la élite.



Lo idóneo era que la joven perdiera la virginidad al casarse y que fuera univira para el resto de su vida (Valerio Máximo. 2.1.3). Sirva también esta inscripción como ejemplo (CIL 811294, Zaatli, Jabal az, Túnez)::

«Postumia Matronilla fue una esposa incomparable, una buena madre, una abuela abnegada, casta, piadosa, trabajadora, austera, eficiente, atenta, sensible, compañera de un solo hombre durante toda su vida, cuya cama fue la única que compartió, matriarca laboriosa y llena de buena fe, que vivió cincuenta y tres años, cinco meses y tres días».



Desarrollo físico.

Es relevante la consideración del desarrollo fisiológico de estas jóvenes y de cómo este influía en la edad de matrimonio. Los varones alcanzaban la adultez a través de la inspectio corporis, un examen físico del órgano reproductor del joven, el día que se celebraba la solemnitas togae purae normalmente de los 14 a los 16 años de edad.

Hay un hecho físico evidente en la mujer que nos indica un cambio de fase. Los 12 años fueron fijados para el comienzo de la adolescencia en las jóvenes romanas, aunque esto es aproximado pues no todas las mujeres han tenido a esa edad su primera menstruación. Sumar a eso que el desarrollo del cuerpo puede empezar con anterioridad y hay diferencias considerables con respecto al progreso de cada una de las niñas.

Así que el pater familias o tutor bajo cuya tutela se encontraba, era quién decidía cuándo se debía producir tal acontecimiento, sin que se tuviera en consideración el desarrollo físico. No existe en derecho romano una edad para matrimonio y otra para la pubertad, sino que se establece una edad única a todos los efectos, aquella en que la mujer es virum pati potest (físicamente puede aguantar al hombre) y eso era, en principio, a los 12 años.



Muerte prematura.

Al ser el matrimonio lo que definía el paso a la vida adulta y útil, las mujeres que morían en edad casadera eran privadas de un elemento significativo de su identidad. Su función en la sociedad romana no había sido completada. Muchas de las inscripciones nos indican el concepto, la idea, de fracaso ante el futuro que le ha sido negado a la joven. Se hacen eco no solo de la pérdida de la niña, sino también de la mujer, el proyecto de madre, que pudo ser y que no se llevó a cabo finalmente. Nos manifiestan la pena de que esa hija no pudo hacer la labor para la que había venido al mundo.

Sirvan los siguientes textos para mostrar el proyecto de esposa y madre que se ha visto truncado (Plinio, Epístolas, V, 16):

«No había cumplido aún trece años y ya mostraba la sabiduría de una anciana y la dignidad de una madre de familia, al mismo tiempo que conservaba, no obstante, la dulzura de una niña y el pudor propio de una joven virgen. ¡Qué muerte tan cruel y prematura! ¡Y aún más desgraciado que la propia muerte fue el momento en el que ésta le sobrevino! Estaba ya comprometida con un excelente joven, se había elegido ya la fecha de la boda, los familiares y amigos habíamos sido ya invitados. ¡En qué tristeza se trocó esa alegría!»



Epitafio a Armonía Rufina, (CIL X, 2496)

«No había bastado que estos desafortunados padres vivieran con un único dolor, porque ya antes habían perdido a una hija: helos aquí ahora con otra hija enterrada que les renueva el mismo dolor, pues las dos desdichadas fueron a morir ya casi en su edad nupcial. Y qué dolor tan grande nos has dejado, Armonía Rufina, después de vivir con nosotros trece años, seis meses y veintiséis días. Y nosotros, vuestros padres, estamos deseosos de acercarnos a vosotras, yo, vuestro padre Harmonio Jenaro, junto con vuestra madre, Claudia Trófime, que llora y vive sin dejar de lamentarse. Y no dudamos, desde luego, en abandonar la vida y morir».



Conclusiones.

El papel fundamental de la mujer romana era ocuparse de sus hijos, de su marido y de su hogar. La edad de acceso al matrimonio de las puellae romanas se hacía probablemente a edades prematuras a juzgar por los testimonios jurídicos y epigráficos. El límite definido por la ley, de 12 de años de edad, no se cumplía. Lo que provocaba habitualmente matrimonios con menores prepuberales. Esta temprana iniciación de la vida marital fomentaba una temprana preparación de la niña romana en aras del cumplimiento de un modelo de matrona determinado por los ideales de buena esposa y madre y ligado al ámbito doméstico y familiar.

De otro lado, a raíz de los textos y epitafios se desprende que estas niñas eran concebidas como mujeres adultas. En sus descripciones se valora el comportamiento maduro que se exige de ellas, y que vienen a confirmar como, desde muy pequeñas, están siendo preparadas para su futura función en la sociedad. Rol que si no era conseguido se consideraba una desgracia ante la evidencia del fracaso de la matrona que pudo ser y no fue.


Para ampliar conocimiento este artículo de Mireia Gallego sobre "La infancia romana" en Arraona Romana.

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Ángel Portillo Lucas

Imágenes:
John William Godward, dominio público.
Fuentes:
Puellae educadas para el matrimonio de Marta Álvaro Bernal (Universidad de Sevilla).
Plinio el Joven , Cartas.
La Roma de los olvidados de Robert C Knapp.


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sábado, 1 de mayo de 2021

MEDICINA VETERINARIA: LA DECADENCIA DEL ARTE DE LA VETERINARIA, SIGLO V d.C.

 «El arte veterinaria está en total decadencia desde hace ya mucho tiempo, pues debido a la codicia general y al escaso beneficio que reporta, nadie se aplicó a estudiarla».

 

Con esta frase Publio Vegecio Renato se quejaba de la dejadez que había en el Imperio a principios del siglo V con respecto a los animales. Él decía que los ciudadanos descuidaban al ganado y a las caballerías por una cuestión económica y que los trataban como si fueran de pueblos poco civilizados:

 

«Pretenden imitar la usanza de los bárbaros y, despreocupándose de los animales, los exponen a los pastos de invierno y a los peligros de la negligencia».

 

En su opinión eso era un total despropósito pues los animales de los otros pueblos, sobre todo los del norte: tienen otra naturaleza; son más fuertes; de jóvenes ya los enseñan a no tener remedios medicinales, y soportan los fríos y las heladas. Sin embargo las caballerías romanas son de razas más blandas, están acostumbradas a vivir a cubierto resguardadas del frio y de otras inclemencias. Así que ante cualquier indisposición enseguida contraen alguna enfermedad.

 

En vez de aplicar remedios veterinarios a las enfermedades de sus animales culpaban a las divinidades. Siempre es mejor echar la culpa a otro de tus propios males y señalar a la fortuna. Su escusa es que si enferman, y han de morir, de nada sirve intentar cuidarlos y, si se han de salvar, se salvarán aunque les falte el médico. Vegecio se queja de este razonamiento. Primero, porque es simple, y segundo, porque es irrespetuoso con los dioses:

 

«Quizá esas otras opiniones todavía podrían considerarse fundadas en algún caso respecto al hombre, de quien se cree que está regido por la divina providencia y los designios de los hados. Pero los animales, con los que la divinidad no se digna tener nada en común, perecen indefectiblemente si no los atienden los hombres y no gastan dinero en curarlos. Pues, ¿qué esperanza les queda a las caballerías, que la divinidad desdeña cuidar, si les falta la medicina humana?»

 


A menudo uno o unos pocos animales contraen primero la enfermedad y tras eso la peste por contagio destruye manadas enteras. Los pastos ensuciados y las aguas infectadas por los animales aquejados hacen tanto mal como el veneno. Cuando la fetidez del animal enfermo penetra por los hocicos de los sanos introduce las enfermedades en las vísceras. La muerte pasa a las camadas desde las madres a través de la leche corrompida. Así, a los descuidados decirles que si esto ocurre en las cuadras con numeroso ganado: si un animal, por escaso valor que tenga, contrae una enfermedad contagiosa, también ésta destruirá rápidamente a los animales más preciados.

 

Por último una reflexión:

 «Contra todos estos riesgos suelen ser útiles la diligencia, el interés, la eficacia de las hierbas y los conocimientos de medicina. Y si la primera disciplina de los médicos consiste en estudiar las partes y los órganos del cuerpo humano, igualmente los veterinarios necesitan aprender bien todo referente a los huesos, los músculos y las venas de las caballerías. Pues tampoco puede curar de forma metódica quien desconoce la naturaleza de aquello que cura».

 

Realizado por Ángel Portillo.


Articulo relacionado: EL CUIDADO DEL CABALLO EN LA ANTIGUA ROMA

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viernes, 9 de abril de 2021

033 — La Puella romana, educada para casarse

Según Juan Crisóstomo (o Juan de Antioquia) «El papel fundamental de la mujer es ocuparse de sus hijos, de su marido y de su hogar. La actividad humana se divide en dos esferas; una perteneciente a la vida fuera del hogar y otra dentro de él; lo que podríamos denominar esfera pública y privada. Las mujeres han de encargarse de la casa y los hombres de los asuntos públicos, de los negocios y de las actividades legales y militares, es decir, de la vida fuera del hogar. Una mujer no puede arrojar una lanza o disparar una flecha, pero, en cambio, puede hilar, tejer telas y encargarse de todo el resto de tareas domésticas y hacerlo espléndidamente. No está capacitada para hablar en el concejo municipal, pero puede dar su opinión en lo tocante a asuntos domésticos. Es una hermosa tarea educar bien a los hijos, que son la luz de nuestra vida. Puede hacer que el hogar funcione correctamente y elimina todas las preocupaciones y libera a su esposo de todos los problemas al ocuparse de la despensa, de hilar la lana, de cocinar, de la ropa y de todo el resto de tareas impropias de los maridos.».


En un mundo donde la mujer era vista de esta forma, hablaremos de cómo era instruida una puella de 12 años. En aquella época La aspiración de toda niña romana era ser una buena madre y esposa y, a diferencia de los varones, eran instruidas con este propósito. Se consideraba que ya eran “viripotens “, y desde el punto de vista físico, era  capaz de mantener relaciones sexuales.




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domingo, 21 de marzo de 2021

LIGNVM en TAPAE (La vida de Aurelio parte II) de Ángel Portillo Lucas.

 

LIGNVM en TAPAE, reseña escrita por Federico Romero Díaz.

Estamos ante la segunda entrega de las aventuras de Lignvm, el legionario Aurelio Vitalis. Algunos recordareis que ya reseñamos la primera entrega en ella Aurelio era un joven que trataba de hacerse hombre, de hacer méritos ante su padre para crecer en dignidad a sus ojos, pero el tiempo ha pasado y Aurelio, enrolado como legionario, es enviado a Novae, cerca del Danubio. Allí se lleva a su novia romana Terencia con la que fundará una familia, registrándola en la legión como esposa informal. Ahora es LIGNVM, que es el mote que Aurelio recibe en la Legión, un hombre adulto y a pesar de que sigue siendo muy joven y trata de cometer alguna insensatez ya ha madurado por el hecho de aceptar las responsabilidades que su puesto como legionario de la Legio I Itálica y como “pater familias” ha de asumir. Como legionario ha de enfrentarse a cosas muy duras como azotar a uno de sus mejores amigos, Petronio, o la dureza del combate en una terrible batalla.



Como todo lo que escribe este autor estamos ante un texto cuyo valor diferenciador con respecto a otras novelas parecidas es el realismo que alcanza. Eso lo consigue de una manera absoluta, empezando por la mentalidad de los personajes que piensan y se comportan como lo que son romanos del siglo I d.C. esto hace la historia mucho más creíble. Llama la atención el cariño con el que el autor trata la descripción de cosas cotidianas como las ceremonias religiosas, el entrenamiento militar de los legionarios, la organización de los servicios, las guardias, los castigos, las estructura del mando de una legión, el sistema de ingreso, etc. Es en estos y en otros muchos detalles en los que queda patente el profundo conocimiento que el autor, que proviene del mundo de la recreación histórica, tiene de todos estos temas.




El pasaje de la batalla de Tapae, 101 d.C. me parece muy divertido y sobre todo muy original, en el sentido de que está narrado desde la limitada visión de un simple legionario que nada sabe de grandes estrategias y al desarrollo general de la batalla, un soldado que obedece y acude a donde le indican sus mandos y que se enfrenta a lo que tiene delante tratando de sobrevivir y cumplir con su deber que no es poco para una persona en esa situación.A pesar de las numerosas páginas que ocupa se me hice muy corto.

La segunda parte de Lignvm es tan divertida como la primera, la prosa es muy sencilla y directa y sus más de 300 páginas se leen sin ningún problema, con mucha facilidad. La verdad es que el lector se queda con las ganas de saber que pasa y seguir leyendo las aventuras de Aurelio Vitalis (Lignvm), de Terencia, Adara, Macio o Petronio, Esperemos que su autor no nos haga esperar demasiado y podamos saber que nuevas aventuras y retos deberá enfrentar su protagonista.
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jueves, 18 de marzo de 2021

Reseña de LIGNVM por Federico Romero Díaz


¿QUIENES SON LOS VERDADEROS PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA?. BREVE RESEÑA A LIGNVM.

¿En cuántas novelas hemos aprendido sobre la vida y obra de emperadores y reyes, grandes generales, caudillos afamados, destacados militares, grandes políticos, etc.? Casi todos tendríamos una larga lista de títulos que ofrecer como respuesta. ¿Y si cambiamos los términos de la pregunta? ¿Y si nos preguntamos en cuantas novelas hemos aprendido como vivían, como pensaban, de qué manera rezaban a sus dioses, o en qué condiciones trabajaban, o como se vestían los ciudadanos más modestos socialmente? Seguramente ya no se nos ocurrirán tantos títulos como en la primera cuestión. Ese es el valor de LIGNVM, de la novela de la que vamos a hablar. Vamos a tratar de una obra que nos describe al detalle la vida cotidiana de esos ciudadanos romanos de condición humilde, la base social en la que Roma se apoyará para crear un Imperio que durará siglos.



El autor :

Ángel Portillo Lucas nació en Barcelona, pero ha vivido su infancia y adolescencia en Badalona. En el museo de esta última ciudad, antigua Baetulo, es donde empezó a interesarse por el mundo romano. Docente de vocación y profesor de instalaciones electrotécnicas desde 1968 ha ejercido su profesión en Badalona, Flix, y Tortosa. Residente en la comarca del Montsia (Tarragona) puede vivir cada día al lado de unas de sus pasiones el Mediterráneo.

La obra:




LIGNVM es una historia bella y dura a la vez, amable y despiadada en ocasiones y no debe extrañarnos, ya que así era la vida de la gente que la protagoniza.

Estamos en Roma, a finales del siglo I d. C. Flavio Domiciano ha muerto y un nuevo emperador, Ulpio Trajano ha accedido al trono imperial con ideas más enérgicas y renovadoras en el ámbito militar. A pesar de ello la situación económica es dura para los ciudadanos romanos más humildes en la capital del Imperio. La subsistencia es un reto que hay que afrontar a diario en familias como la de los Vitalis, humildes ciudadanos de la Roma imperial que se alimentan de lo que el padre consigue ganar como carretero, repartiendo mercancía por las tiendas de la ciudad. A veces el joven Aurelio, el único hijo varón de la pareja consigue traer unas monedas a cambio de trabajos eventuales para los comerciantes de su barrio.

Leyendo esta novela el lector se da cuenta rápidamente de la dura labor de documentación que el autor ha tenido que afrontar para poder contar a ese nivel de detalle. En sus páginas, a través de las vivencias de sus protagonistas, descubrimos multitud de detalles interesantes. El autor nos enseña cómo funcionaban las corporaciones de oficios en Roma, nos explica su rígido código moral y religioso a través de pequeños cuentos y fábulas que se narran los personajes entre sí. También utiliza los acontecimientos que les suceden, como la enfermedad de uno de ellos para hacernos una gran descripción de la visita y estancia de la familia Vitalis en la Isla Tiberina en busca de la curación del Templo de Esculapio que allí había.

A través de esa infinidad de detalles curiosos descubrimos lo cerca y lo lejos que estamos en diferentes aspectos de esos romanos del siglo I d.C. Aquellos que se regían por un código ético y moral basado en valores que algunos autores clásicos consideraban el verdadero origen de la grandeza de Roma. Hoy en día los consideraríamos arcaicos y desfasados. Entre estos valores destacan el dominio absoluto del "pater familias" sobre los miembros de la unidad familiar. El profundo machismo inherente a ese dominio del marido sobre su mujer e hijos impregna todos los aspectos de la vida de los personajes y determina su manera de pensar y actuar. También nos habla del estricto código de honor al que están sometidos nuestros protagonistas en su día a día. No obstante a pesar de este rígido y arcaico marco vital el amor y la ternura, innato al ser humano se filtra en su historia personal.


Algo que me ha resultado muy llamativo es la visión que el ciudadano romano, aunque sea pobre y no sepa que va a comer al día siguiente, tiene sobre si mismo y el resto del mundo, sobre aquellos que no tienen el enorme privilegio de ostentar la ciudadanía romana. Se consideraban así mismo la cima de la evolución humana. Ningún hombre o mujer, independientemente de su idea o ascendencia social ni siquiera un rey o el emperador de otra nación podía superar esa condición. Otro punto muy chocante para la mentalidad de nuestra época es la "cosificación" de los esclavos que son vistos desde un punto de vista esencialmente patrimonial. Estaban totalmente sometidos al capricho y al abuso de sus dueños que no tenían que dar cuentas a nadie del uso que de ellos hacían.

Por otro lado la novela es una excelente guía del itinerario que todo joven ciudadano debía pasar para llegar a ser legionario romano. Los exámenes físicos y médicos iniciales, el traslado hasta la sede de sus legiones, y el feroz entrenamiento al que eran sometidos y que convertía a estos hombres en perfectas piezas de la máquina militar más potente de su tiempo. El relato está lleno de detalles interesantes como la vida en el campamento y en el "canabae" adjunto. Nos explica muy bien el sistema que permitía a los legionarios tener a sus esposas "no oficiales" pero si registradas cerca de ellos, etc.

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Escrita por Federico Romero Díaz. Pte. De Divulgadores de la Historia.
 


sábado, 13 de febrero de 2021

CUNINA, DIOSA TUTELAR DE LA INFANCIA.

***Cunina es, en la antigua religión romana, la diosa tutelar de la infancia que cuidaba al bebé cuando estaba en la cuna y lo protegía de los males de ojo***


«Las matronas, las rectas matronas como nuestra querida Claudia son la base de la sociedad romana, ejemplo de servicio y sacrificio. En todo momento de su vida fértil ofrecen su cuerpo a la misión de servir y paren hombres libres que harán grande a la Urbe. Al igual que un soldado se juega la vida en cada batalla, las matronas la exponen en cada uno de sus partos, sus únicas armas son la fe y el dolor. Cada alumbramiento es una partida contra la muerte. Cuando ya no pueden dar descendencia se dedican a los suyos y a seguir cuidando a las almas tiernas e indefensas que vienen a la vida. Nos como divinidad tutelar de la infancia participamos con gusto en esa labor. […] Nos las tenemos en un lugar privilegiado de nuestro corazón eterno. Obedecen las costumbres de sus ancestros y cumplen la voluntad de los dioses sin buscar gloria ni honor y sin pedir premio público o magistratura. Eso les evita distracciones. Encuentran la gratificación en servir a su esposo, a su familia y al fruto de su vientre. ¡Son felices en la felicidad del otro!»





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jueves, 11 de febrero de 2021

029 — ¿Cómo ser divulgador y no morir en el intento?




Hoy hablaremos de divulgación, me acompañaran en esta ocasión Maribel Bofill y Sergio Alejo. Los que optamos por la divulgación creemos que aprender y transmitir cultura es lo que más engrandece al ser humano. Al nacer cada cerebro humano está ávido de aprender, ¿qué buscamos en nuestra madre o en nuestro padre? Buscamos conocimientos y maneras de hacer. En definitiva, buscamos asimilar conceptos y experiencias. Esto no solo nos ocurre en nuestra más tierna infancia, esas ganas de adquirir conocimiento nos acompañará toda la vida. Lo mismo sucede en el lado del que enseña, ¿qué buscamos en nuestros descendientes? Que aprendan nuestra cultura, lengua, historia o nuestra manera de ver las cosas.

Ni que decir tiene que en nuestro caso amamos la historia y apoyamos la conservación de nuestro patrimonio cultural y arqueológico. Teniendo esto presente colaboramos y promovemos iniciativas en este sentido, tanto individuales como colectivas.



Otro punto que tenemos muy presente es el ejemplo. Dar ejemplo no solo es una manera de enseñar: es la única manera. ¿Qué quieren nuestros hijos? Ser como nosotros. ¿Qué quiere el alumnado? Ser como el profesor o la profesora que le ha influenciado. Por todo ello tenemos que hacer nuestra labor con la mayor calidad posible. Esta calidad es necesaria tanto en contenido como en conducta y proceder. No podemos relajarnos pues nuestros trabajos y posiblemente nosotros mismos serviremos como guía a algunas personas que en el futuro se dediquen a divulgar.

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Miembro del grupo de recreación histórica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.