jueves, 13 de septiembre de 2018

La sepultura, el alma y los dioses Manes según Plinio el Viejo.

El hecho mismo de la incineración no es institución antigua entre los romanos: eran cubiertos con tierra; pero fue establecida en el momento en que se enteraron de que, en las guerras en lugares remotos, desenterraban a los que habían sido enterrados. Y, sin embargo, muchas familias conservaron los ritos antiguos, como la Cornelia, en la que se dice que nadie fue incinerado antes del dictador Sila, y que lo había querido temiendo el talión, cuando desenterraron el cadáver de Mario. [Realmente, por sepultado debería entenderse el cadáver ocultado, sea cual sea la manera; y por enterrado, el que ha sido cubierto con tierra]

Después de la sepultura son vanas las divagaciones acerca de los Manes. A partir del último día todos tienen lo mismo que antes del primero, y a partir de la muerte ni el alma ni el cuerpo tienen algún sentido más que antes del nacimiento. Pues la misma vanidad se extiende también hasta el futuro e incluso para el momento de la muerte se promete falsamente una vida, unas veces dando inmortalidad al alma, otras la transmigración, otras dando sentido a los infiernos y honrando a los manes y haciendo dios a quien incluso ha dejado de ser hombre, como si realmente la manera de respirar fuera diferente del resto de los seres o no se encontraran en la vida muchas cosas más duraderas, para las que nadie prevé esa inmortalidad. Por otra parte, ¿qué clase de cuerpo tiene el alma por si misma? ¿Qué materia? ¿Dónde el pensamiento? ¿De qué modo tiene vista y oído o con que toca? ¿Qué utilidad obtiene de estos sentidos o que beneficio sin ellos? Finalmente, ¿cuál es su sede o cuanta la cantidad de almas a modo de sombras en tantos siglos? Esas son imaginaciones propias de consuelos infantiles y de una naturaleza mortal ávida de no dejar nunca de existir. Tal es también, respecto a la conservación de los cuerpos y la promesa de revivir, la vanidad de Demócrito, que no revivió tampoco. ¡Ay! ¿Qué es esa locura de que la vida comienza de nuevo con la muerte? O .¿qué descanso tienen jamás los que han nacido si el alma conserva sus facultades en los lugares superiores y su sombra en los inferiores? Sin duda esa seducción y credulidad echa a perder el principal bien de la naturaleza, la muerte, y duplica el dolor del que va a morir, con el pensamiento de que también va a existir después. Pues si es dulce vivir, .para que puede servir haber vivido. En cambio, ¡cuanto más fácil y seguro es que cada uno confié en sí mismo y saque de la experiencia anterior al nacimiento el ideal de serenidad!



Fuente: HISTORIA NATURAL de Plinio el viejo, Libro VII

Página Facebook: ÁngelPortillo Lucas.


Foto: (dominio público) Plinio el Joven y su madre en Miseno, en donde se observa al sobrino de Plinio el Viejo registrando los acontecimientos que rodearon la erupción del Vesuvio (grabado coloreado por Thomas Burke según la pintura de 1785 de Angelica Kauffmann).


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