«Ayúdame, ¡Gran Quirino!, a cantar tus hechos». Así empieza Ovidio la narración del mito de la fundación de Roma.
Como el mismo indica, los hermanos ya se habían vengado de Amulio. Que había traicionado a su hermano Númitor heredero de Alba Longa, había matado a todos sus hijos y había obligado a Rea Silvia a convertirse en una virgen Vestal. (Rea Silvia fue violada por el dios Marte y tuvo dos hijos gemelos: Rómulo y Remo).
Ovidio nos sitúa su historia en algún día posterior a esa venganza con los hermanos liderando a un grupo de pastores, campesinos, asaltantes y buscavidas. Deciden levantar una ciudad a las orillas del Tíber. La duda era: ¿Dónde se levantarían las murallas, y cuál de los dos lo haría?
—No hay necesidad —dijo Rómulo— de desavenencia alguna: las aves poseen la mayor fiabilidad; probemos con las aves.
Uno se encaminó hacia el monte Palatino y el otro hacia el Aventino. Remo observó seis pájaros y Rómulo dijo ver una docena. Con esto, este último, se ocupó de hacer el trazado de las murallas en el monte Palatino. Al parecer las fiestas de una diosa arcaica romana llamada Pales, protectora de la tierra, del ganado y los pastores, estaban muy cercanas (21 de abril). Ese día según nos cuenta el poeta: se construyó un foso, se arrojaron frutas al fondo, trajeron tierra del suelo vecino, rellenaron totalmente el foso, se construyó un altar encima y se hizo un hogar prendiendo fuego. Tras eso Rómulo ayudándose de un arado, una vaca blanca y un buey tan blanco como la nieve, surcó las murallas. Las palabras del rey fueron estas:
Dicen que el padre de la luz, contento por la creación de la ciudad dio como agüero un tronido por la izquierda y lanzó un rayo por la parte derecha del cielo. Todos lo tomaron como un buen presagio y como una bendición del mismísimo Júpiter para la creación de la Urbe. De esa manera empezaron prestos a construir la muralla.
—Céler, encárgate de estos trabajos, y que nadie pueda atravesar las murallas, cáusale la muerte a quién se atreva a tal cosa—. Ordenó Rómulo a su lugarteniente.
Céler era el responsable de los celeres, unos trescientos hombres, la guardia personal del fundador de Roma. Según cuenta Ovidio, Remo no era conocedor de la orden dada y se puso a hacer burla y ascos a lo bajo que eran las murallas, diciendo: «¿Con estas murallas va a estar seguro el pueblo?». Sin pensárselo dos veces saltó por encima de ellas. Céler cumplió la orden dada por su rey y mató al gemelo.
Cuando Rómulo supo de la muerte de su hermano, se guardó en su interior las lágrimas que habrían brotado y guardó su dolor, no quería llorar públicamente. Se mantuvo valiente y dijo:
—Que el enemigo pase mis murallas con este resultado.
Con todo se celebraron las exequias de Remo, con su triste cabellera suelta ungió con aceite los miembros que iban a arder. El rey besó el féretro de su gemelo y a continuación se prendió la llama entre llantos de todos los presentes. Ese día el fundador de la ciudad no pudo contener las lágrimas. El dolor que había disimulado por la muerte de su hermano se hizo patente.
—Adiós, hermano, que contra mi voluntad me has sido arrebatado.
Nació una ciudad que iba a poner su pie victorioso sobre todas las tierras.
Como el mismo indica, los hermanos ya se habían vengado de Amulio. Que había traicionado a su hermano Númitor heredero de Alba Longa, había matado a todos sus hijos y había obligado a Rea Silvia a convertirse en una virgen Vestal. (Rea Silvia fue violada por el dios Marte y tuvo dos hijos gemelos: Rómulo y Remo).
Ovidio nos sitúa su historia en algún día posterior a esa venganza con los hermanos liderando a un grupo de pastores, campesinos, asaltantes y buscavidas. Deciden levantar una ciudad a las orillas del Tíber. La duda era: ¿Dónde se levantarían las murallas, y cuál de los dos lo haría?
—No hay necesidad —dijo Rómulo— de desavenencia alguna: las aves poseen la mayor fiabilidad; probemos con las aves.
Uno se encaminó hacia el monte Palatino y el otro hacia el Aventino. Remo observó seis pájaros y Rómulo dijo ver una docena. Con esto, este último, se ocupó de hacer el trazado de las murallas en el monte Palatino. Al parecer las fiestas de una diosa arcaica romana llamada Pales, protectora de la tierra, del ganado y los pastores, estaban muy cercanas (21 de abril). Ese día según nos cuenta el poeta: se construyó un foso, se arrojaron frutas al fondo, trajeron tierra del suelo vecino, rellenaron totalmente el foso, se construyó un altar encima y se hizo un hogar prendiendo fuego. Tras eso Rómulo ayudándose de un arado, una vaca blanca y un buey tan blanco como la nieve, surcó las murallas. Las palabras del rey fueron estas:
—Asistidme en la fundación de la ciudad, Júpiter y padre Marte y madre Vesta; volveos hacia mí, todos los dioses que la piedad exige tener presentes. Que se levante esta obra mía bajo vuestros auspicios. Que sea larga su duración y el poder de esta tierra soberana, y caiga dentro de su marco la salida y la puesta del sol.
(Hay que recordar que Rómulo se creía descendente de Marte y de Vesta, ya que su madre, Rea Silvia, era una virgen Vestal. Por ese motivo los llama padre y madre).
(Hay que recordar que Rómulo se creía descendente de Marte y de Vesta, ya que su madre, Rea Silvia, era una virgen Vestal. Por ese motivo los llama padre y madre).
Foto 1 |
—Céler, encárgate de estos trabajos, y que nadie pueda atravesar las murallas, cáusale la muerte a quién se atreva a tal cosa—. Ordenó Rómulo a su lugarteniente.
Céler era el responsable de los celeres, unos trescientos hombres, la guardia personal del fundador de Roma. Según cuenta Ovidio, Remo no era conocedor de la orden dada y se puso a hacer burla y ascos a lo bajo que eran las murallas, diciendo: «¿Con estas murallas va a estar seguro el pueblo?». Sin pensárselo dos veces saltó por encima de ellas. Céler cumplió la orden dada por su rey y mató al gemelo.
Cuando Rómulo supo de la muerte de su hermano, se guardó en su interior las lágrimas que habrían brotado y guardó su dolor, no quería llorar públicamente. Se mantuvo valiente y dijo:
—Que el enemigo pase mis murallas con este resultado.
Con todo se celebraron las exequias de Remo, con su triste cabellera suelta ungió con aceite los miembros que iban a arder. El rey besó el féretro de su gemelo y a continuación se prendió la llama entre llantos de todos los presentes. Ese día el fundador de la ciudad no pudo contener las lágrimas. El dolor que había disimulado por la muerte de su hermano se hizo patente.
—Adiós, hermano, que contra mi voluntad me has sido arrebatado.
Nació una ciudad que iba a poner su pie victorioso sobre todas las tierras.
Foto 2 |
Escrito por Ángel Portillo
Fuente: Fastos de Ovidio.
Foto 1: Mosaico Milán, domino público portal Pixbay.
Foto 2: Postal (retocada), dominio público, portal Pixbay.
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Miembro de Divulgadores de la Historia.
Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens. (Legio II Traiana Fortis, Ludus Gladiatorius Barcinonensis, Ornatrices Barcinonensis).
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