Hoy quiero explicaros el comportamiento
de los colegios o corporaciones en las puertas de Roma. Recordemos que el
tráfico rodado estaba prohibido en la Urbe durante las horas diurnas, así que a
la hora décima, cuando empezaba a anochecer, la actividad era frenética.
En una puerta cualquiera de Roma como la Capena, la Salutaris, la Esquilina, o la Viminalis podías encontrar colegios o corporaciones de profesionales como por ejemplo: los cisiarii equivalentes a nuestros taxistas; los portadores de lecticae, literas; los iumentarii, que alquilaban mulas o bueyes, o los carrucarii, transportistas de mercancía, entre otros.
En todas las puertas cada uno de estos colegios vigilaba que no hubiera intrusismo profesional; a nadie se le permitía ejercer una actividad sin su consentimiento. Si alguien requería un servicio, tenía que contactar con ellos, para lo que se empleaban todos los recursos necesarios, desde hablar educadamente hasta intimidar o utilizar la violencia física.
Aurelio Vitalis, el protagonista de mi libro lignum, justifica así el uso de esta violencia en su corporación, en este caso de carrucarii (transportistas de mercancías):
En una puerta cualquiera de Roma como la Capena, la Salutaris, la Esquilina, o la Viminalis podías encontrar colegios o corporaciones de profesionales como por ejemplo: los cisiarii equivalentes a nuestros taxistas; los portadores de lecticae, literas; los iumentarii, que alquilaban mulas o bueyes, o los carrucarii, transportistas de mercancía, entre otros.
En todas las puertas cada uno de estos colegios vigilaba que no hubiera intrusismo profesional; a nadie se le permitía ejercer una actividad sin su consentimiento. Si alguien requería un servicio, tenía que contactar con ellos, para lo que se empleaban todos los recursos necesarios, desde hablar educadamente hasta intimidar o utilizar la violencia física.
Aurelio Vitalis, el protagonista de mi libro lignum, justifica así el uso de esta violencia en su corporación, en este caso de carrucarii (transportistas de mercancías):
«Mi progenitor me había explicado en varias
ocasiones la fábula de los cuatro novillos y el león. El gran depredador tenía
hambre y veía las abundantes carnes de los rumiantes, pero como estos eran muy
amigos y andaban siempre juntos, no podía atacarlos. La naturaleza le había
dado fuerza para matar a cada novillo, pero juntos uno al lado del otro era
imposible acabar con ellos: la suma de los cuatro era superior a la fiereza del
carnívoro. El león empezó a hablarles sugiriendo que los otros siempre comían los
mejores pastos. Los infelices novillos empezaron a desconfiar y decidieron ir
cada uno a buscar su hierba fresca por diferentes caminos. Al final, el
inteligente león los acabó devorando a todos uno por uno.
Era consciente de que los trabajadores del transporte
de mercancías y todos sus familiares nos teníamos que apoyar entre nosotros. En
caso contrario, seríamos devorados por las bestias. Sabía que la violencia era
parte de la vida. Era consciente de que era cotidiana en las actividades de los
hombres: la ejercía el rico contra el pobre, el poderoso contra el pueblo y el
pueblo contra el poderoso, el amo la aplicaba con su esclavo y el fuerte la
usaba para someter al débil. En ciertas ocasiones, en la sociedad romana, que
era la mejor de todas, aparecían conflictos, rupturas y tensiones. Cuando se
rompía el orden, toda la ciudad estallaba y se producían disturbios, muertes y
violaciones. Esto era así desde el principio de los tiempos y seguiría así
hasta el final.»
Ya me diréis que
opináis sobre lo que dice Aurelio.
Hasta otro vídeo,
amigos del Mediterráneo.
Texto y video. Ángel Portillo
Texto y video. Ángel Portillo
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