domingo, 4 de noviembre de 2018

VIDA MILITAR, La mitad de los ingresos del soldado se deben depositar en el sitio de las banderas (sacellum)

Según parece los legionarios en la época de Ulpio Trajano recibían una paga de 1200 sestercios al año. Teniendo en cuenta que eran de los pocos de entre los pobres que tenían ingresos fijos eran sin duda privilegiados. Un trabajador normal, de la construcción por ejemplo, cobraba por día trabajado. El año tenía, como ahora, días festivos que había que descontar. Néstor F. Marqués en su obra UN AÑO EN LA ANTIGUA ROMA nos dice que los días laborables serían unos 220. Añadir, o mejor dicho restar a estos, los días en los que las condiciones climatológicas no permitían trabajar.

Así que como se ha dicho los legionarios tenían una buena posición con respecto a los demás pues cobraban siempre indiferentemente del clima imperante y los días hábiles que hubiera. Además estos también tenían otras muchas fuentes de ingresos, sirvan como ejemplo: las primas por los botines en batalla; la venta de enemigos como esclavos; el pillaje y los saqueos; la venta de armas de los rivales muertos en batalla, y las donaciones de los nuevos emperadores. Según Vegencio de todos estos ingresos obligaban a los milites a guardar la mitad:

«Las disposiciones de los antiguos que obligaban a los soldados a depositar la mitad de los donativos que recibían bajo las enseñas era sabia y juiciosa; la intención era preservarlos para que no fueran gastados en lujos ni gastos semejantes. La mayoría de los hombres, particularmente los de la clase más pobre, pronto gastan todo cuanto obtienen. Una reserva de esta clase, así pues, resulta evidentemente del mayor servicio a los propios soldados; ya que son mantenidos a expensas públicas, su ahorro, por este método, se incrementará continuamente.»

Esta disposición en verdad tenía el objetivo de evitar que los hombres lapidasen todo su dinero. Asimismo, en el texto se puede ver el trato paternalista con respecto a los soldados pobres. El párrafo se podría resumir en: los comandantes han de cuidar por el mayor servicio de la milicia pues ellos son incapaces de hacerlo. En el ejército romano no se daba puntada sin hilo, esta disposición perseguía también otro objetivo. En el ánimo de los oficiales está siempre el miedo a la deserción. Si un soldado abandonaba el ejército perdía su dinero. Esto era un buen aliciente para mantener en filas a los hombres:

«El soldado que sabe que su fortuna está depositada bajo sus insignias no tiene pensamientos de desertar, concibe la mayor afición por ellas y lucha con la mayor intrepidez en su defensa. Se mantiene así, también, por su interés, que es lo que más cuidan los hombres.»

Vegelio en su Epitoma Institutorum Rei Militaris, Libro II – XX, también nos explica cómo y quién se encargaba de gestionar y guardar estas cantidades de dinero:

«El dinero se depositaba en diez bolsas, una por cada cohorte. Había una undécima bolsa con las pequeñas contribuciones de toda la legión, como un fondo común para subvenir a los gastos de enterramiento de cualquiera de sus camaradas. Estos ahorros se guardaban en cestas bajo la custodia de los Signiferos, escogidos por su integridad y capacidad, para hacerles cargo de los depósitos y que dieran cuenta a cada uno de lo que le tocaba.»


Como reflexión última y personal no puedo más que pensar que quizás esa era la causa por la que los legionarios defendían con tal afán todos sus símbolos. Sin menospreciar motivos religiosos o valores como el honor y la lealtad, quién más que el portador del signum sabía el nivel de su riqueza.

Autor: Ángel Portillo.
Fuente: Recopilación sobre las instituciones militares de Flavio Vegecio Renato.
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Foto: Sestercio de Marco Aurelio. Museo de Prehistoria de Valencia, Creative Communs 2.0 by Dorieo.




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