miércoles, 9 de octubre de 2019

CÉSAR, IDUS DE MARZO DE 44 a.C. (relato corto).


Recogió los papiros guardándolos en su librería privada. Planificaba su próximo proyecto: la invasión de la Partia. Roma bajo su autoridad se extendería hacia oriente y llegaría al Indo. No era un imprudente como Marco Licinio Craso, su inteligencia superior había encontrado la manera de acabar con la caballería parta. Esta vez, bajo su mando, las legiones triunfarían. Él sería el mejor hombre de entre los hijos de Quirino. ¡Su nombre sería recordado junto al de Alejandro Magno!

—Señor, la domina quiere verlo.

—Dile que pase.

Carpurnia entró con semblante de preocupación. Su esposa era una exagerada, siempre preocupada por todo.

—¿Qué quieres mujer?

—No vayas hoy al senado, la vidente pronosticó una desgracia.

—Yo no me arrugo ante los presagios de una adivina.

—He soñado que los dientes de su lado derecho, el lado que representa a los hombres, eran de madera. Eso simboliza una muerte violenta. Todas las interpretaciones lo dicen. Señor mío, no vaya hoy al senado.

—Calla, yo no me escondo ante los temores de una mujer. Sería una vergüenza que descubrieran que César se acobardó y se refugió tras su esposa.

Sin querer escucharla se dirigió al atrium de la casa y pidió a sus siervos que se prestaran a vestirlo adecuadamente pues tenía que partir prontamente. ¡Cayo Julio César no se intimidaba ni ante los hombres ni ante los dioses! Mientras acababan de vestirlo llegó para acompañarle Décimo Junio Bruto, un buen legado y un buen almirante que había luchado eficazmente junto a él en las guerras de la Galia, un hombre de plena confianza.

—Te veo con mala cara.

—Calpurnia, que es muy pesada, me ha contado un sueño absurdo pidiéndome que no fuera hoy al senado pues iba suceder una desgracia.

—Tú eres Julio César, cónsul y dictador vitalicio. Has vencido a todo enemigo que te se ha opuesto. Cuando te vean mostrarán respeto y nadie se atreverá a hacer nada. No hagas caso de una mujer. ¿Desde cuándo las mujeres deciden lo que han de hacer los hombres? 

Julio César, museo del Louvre, dominio público portal Pixabay.

Tras un corto trayecto llegó al foro, allí saludó a muchos de sus adoradores, clientes y seguidores. Ordenó a su guardia personal que esperara allí hasta su salida. Era la hora de entrar a la casa de reunión y debatir con el senado.

—Por la república—. Pronunció Casio Longino.

—Por la república—. Esta vez fue Cayo Trebonio.

Cada repetición era seguida con una daga introduciéndose en el cuerpo de César. Tras las primeras doce puñaladas se dejó de percibir reacción. Aun así, cada uno de los conspiradores utilizó su turno. Más de treinta hombres atravesaron las carnes perpetrando el magnicidio. El blanco de la toga, el púrpura distintivo de la magistratura y el rojo de la sangre acabaron mezclándose. Tras un momento de silencio los conspiradores partieron cada uno a su casa donde habían preparado planes de contingencia, no sabían cómo reaccionaría el pueblo.

Durante su trayecto Junio Bruto pensaba en lo hecho: ¡No, no le gustaba pero tenía que hacerse! Un familiar suyo, concretamente Lucio Junio Bruto, fue el primer cónsul de Roma, con él murió la monarquía de Tarquinio el Soberbio. Con el poder que tenía y si lograba conquistar la Partia, Cayo Julio César sería el nuevo rey de Roma, ¡había que salvar a la República.
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Escrito por Ángel Portillo.


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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.

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