viernes, 18 de octubre de 2019

EL LEVANTAMIENTO DE ARMINIO: LOS ÚLTIMOS SUPERVIVIENTES.


El FUERTE DE ALISO, RESISTIENDO ANTE LOS GERMANOS.

Arminio (o Hermann), una vez aniquiladas las tres legiones bajo el mando de Varo, siguió con sus planes de echar a los romanos del este del Rin y fue destruyendo los diferentes fuertes. Algunos de estos estaban a orillas del río Lippe, en las proximidades de las ciudades de Holsterhausen, Haltern, Beckinghausen, Oberaden y Anreppen. Otros fuertes al parecer pequeños estaban situados más al interior, en Sparrenburger Egge, cerca de Bielefeld, aunque estos se cree que se trataba de campamentos de marcha.

Excepto el fuerte de Aliso las tribus germanas lideradas por Arminio consiguieron tomar uno a uno los fuertes aniquilando tras eso a todas sus dotaciones. Eso se desprende de las excavaciones pues en el yacimiento de Haltern se han encontrado los restos de una veintena de hombres en un foso, aparentemente arrojados allí por los germanos después de tomar el fuerte.

Como he dicho el único que resistió el ataque se llamaba Aliso (según Tácito era uno de los fuertes del río Lippe). Es posible que en su interior se hallara un altar en memoria de Druso César pues algunas fuentes indican que allí fue donde murió. Aunque no hay seguridad este fuerte estaría cerca de las actuales Anreppen o Oberaden.

El comandante era Lucio Cedicio, prefecto del campamento de una de las tres legiones que habían sido aniquiladas. La suerte quiso salvarlo de los horrores de Teutoburgo. Aun así ahora se enfrentaba a una situación desesperada. En poco tiempo Aliso fue sitiado por un incontable grupo de germanos con la moral alta y con el deseo de dar muerte a los que residían en ese momento en el interior de la fortaleza.

Hermannsdenkmal statue, CC4 by Daniel Schwen.

Los guerreros de las tribus tuvieron muchos problemas y se dieron cuenta de que no les sería posible tomar el fuerte: no conocían las técnicas para hacer asedios y Aliso estaba fuertemente defendido. Lucio Cedicio obtuvo información sobre la aproximación del enemigo y dispuso de algo de tiempo para cerrar las puertas y preparar la defensa de su fuerte. Dion dice que tuvo la buena fortuna de contar con una cohorte de arqueros que «rechazaron repetidas veces» a los atacantes germanos «y destruyeron a muchos de ellos».

Al constatar eso los germanos rodearon la fortaleza y establecieron posiciones, sin duda con el objetivo de que al quedarse sin suministros murieran o se rindieran a causa del hambre. Eso favorecía a Roma pues los germanos no avanzarían hasta tomar Aliso. Al otro lado del río llegaron las noticias de la traición de Arminio y Lucio Asprenas, comandante en el Alto Rin, Se dirigió rápidamente a Vetera, desde Germania Superior, con sus dos legiones. Esto era tanto para evitar el paso de los hombres de Arminio, como para evitar los titubeos de los germanos al oeste del Rin.

Mientras tanto el fuerte era asediado. Tras mantener el sitio de Aliso durante algunas semanas, la noticia de la presencia de los refuerzos romanos en Vetera llegó a oídos de los guerreros de Arminio, añadiendo a eso que además Tiberio se estaba aproximando con un ejército imponente. Este gran contingente de tropas eran legiones que habían participado en la guerra de Panonia y Dalmacia entre los años 6 y 9 d.C. (actuales Austria, Hungría, Eslovenia, Bosnia, Croacia y Serbia). Esa noticia bastó para espantar a algunos guerreros que se retiraron y volvieron a sus tierras. En el caso de que Arminio se hubiera planteado cruzar el Rin e invadir la Galia ya no poseería hombres suficientes para una contienda de ese tipo. Su reacción fue dejar un destacamento de guerreros vigilando la huida de los sitiados que situó a una distancia prudencial del fuerte de Aliso, confiando en poder capturar a la guarnición romana cuando saliera debido a la falta de suministros.

Como era de esperar la guarnición de Aliso acabó teniendo dificultades y la falta de provisiones se volvió insoportable. El prefecto del campamento no solo tenía que proveer de alimento a las tropas de su guarnición. Tenía muchas otras bocas que alimentar pues el fuerte estaba también repleto de civiles. Aunque los legionarios tenían la prohibición de casarse muchos de ellos mantenían familias estables y sus mujeres e hijos se refugiaron en el campamento. También habría artesanos y profesionales que vivían de las legiones y ofrecían sus servicios.

Mientras se les iban acabando rápidamente los suministros, Cedicio y la multitud acumulada en Aliso aguardaban con esperanza la llegada de los refuerzos desde Vetera, pero pasaban las semanas e iba llegando el frio. El prefecto del campamento no lo sabía pero Lucio Asprenas había tomado la decisión de no cruzar el Rin por el momento, llegaba el mal tiempo y pronto tendría una fuerza enorme de hombres al mando de Tiberio, así que no habría rescate. A Lucio Cedicio no le quedó más remedio que intentar escapar hacia el Rin. No era un militar bisoño, sino más bien un homo militaris, y su huida no sería ni desordenada ni desesperada. Siguiendo sus órdenes avanzadillas salieron con sigilo del fuerte y estudiaron la situación de los germanos acampados entre Aliso y el Rin, observando sus posiciones y la rutina de sus rotaciones. Con toda esa información a Lucio Cedicio solo le quedaba esperar la ocasión propicia. Esta oportunidad, según Dion, llegó una desolada noche de noviembre con una tormenta tronando en el valle del Lippe.

Al parecer en una borrasca anterior los germanos dejaron sus posiciones y se pusieron a cubierto. Los hombres y mujeres del fuerte de Aliso salieron caminando a través de la oscuridad. Según las fuentes: «Los soldados eran pocos, los que iban desarmados, muchos». Los militares encabezaban la marcha preparados para luchar; sin embargo tenían la esperanza de pasar por entre las líneas enemigas sin ser advertidos. Cientos, quizá miles, de civiles entre ellos sus mujeres e hijos aterrados y temblando de frio les seguían mientras la tormenta rugía a su alrededor. Muchos de los no combatientes iban cargando con todos sus objetos de valor, mientras se esforzaban para avanzar al ritmo de los soldados.

Lucio Cedicio y sus hombres lograron pasar junto a los primeros y los segundos puestos de sus enemigos, pero cuando llegaron al último fueron descubiertos. Al parecer la columna se había ido alargando. Muchos civiles no podían seguir el ritmo de los militares, unos por la carga que portaban y otros porque estaban helados y agotados. Al perder el contacto con su única esperanza de salvación, sabiendo lo que habían hecho ya los germanos, las mujeres y los niños entraron en pánico y empezaron a llamar a gritos a las tropas, entre las que se encontraban sus maridos y padres (no oficiales) para que regresaran a por ellos. Esos gritos fueron escuchados por los centinelas que dieron la voz de alerta.

Las tropas romanas tenían que abrirse paso por un terreno infestado de enemigos que habían sido alertados de su huida. Acabaron rápidamente con los primeros con los que se toparon, pero eran sabedores que a sus espaldas llegarían más y más guerreros y pronto serían superados en número. Lucio Cedicio estaba en una situación desesperada pero no se dejó llevar por el pánico, ordenó a los civiles que soltaran todo lo que llevaban y echaran a correr lo más rápido que pudieran. Les dijo a sus trompetas que se adelantaran e hicieran sonar la señal de que las tropas debían avanzar al doble de velocidad. Eso hizo dudar a los sitiadores que ya estaban distraídos con el botín abandonado. Al parecer tras la noticias sobre la llegada de refuerzos a Vetera el ánimo de seguir con su revuelta había disminuido y quizá por ello pensaron que el sonido de las trompetas procedía de las unidades de refuerzo enviadas por Lucio Asprenas y abandonaron la persecución. Los germanos mataron o hicieron prisioneros a algunos civiles, pero la inmensa mayoría consiguió escapar. Con espada en mano, Lucio Cedicio y sus hombres, lograron abrirse paso luchando contra los germanos que tenían enfrente hasta llegar a las orillas del Rin.

Al parecer en Vetera, a Asprenas le comunicaron que había fugitivos romanos y que estaban avanzando en dirección al río y este ordenó a sus tropas que cruzaran para ayudarles y Cedicio y sus acompañantes alcanzaron la seguridad de la orilla occidental del Rin. A los germanos solo les quedó la venganza de destruir el fuerte de Aliso.

Esa fue la última acción del levantamiento de Arminio y con esto logró su objetivo de expulsar a los romanos del este del Rin.


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Fuente: Legiones de Roma de Stephen Dando Collins.

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Ángel Portillo autor de:
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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.


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