Roma, a tres días de las Kalendas de junio de 763 a.U.c. (10 d.C.)
«Tengo que lograr que caiga en amor romántico por mí y que me pida en matrimonio, padre lo aceptará. Si no lo consigo me casarán con otro. ¡No, no quiero que eso pase!, tan solo lo quiero a él en mi interior. Deseo ser abrazada y deseada solo por Cotta».
Mientras la joven Alba lo miraba repetía: «Cotta», «Cotta». El magus le había dicho que invocara y ofreciera incienso a Venus y que lo llamara en su interior, sin pronunciar las palabras, siete veces durante siete días. El amarre estaría hecho y no podría resistirse a unirse a ella.
Como pasa en muchos encantamientos este no hizo efecto. Alba no pudo dejar de pensar que había realizado el rito de una manera incorrecta y por ello no había obtenido el favor de Venus. Repasó en su memoria las instrucciones que le habían dado pero no pudo encontrar el error. Se podía haber equivocado en cualquier cosa.
Ante su fracaso fue de nuevo a visitar al magus, este le comentó que lo más probable era que no hubiera invocado a la diosa correctamente o que no se hubiera purificado correctamente durante tres días o que no hubiese dicho siete veces el nombre de su objetivo o que no lo hubiese hecho cada día. Alba no dudaba de que todo lo había realizado correctamente pero en cuanto al número de veces que había repetido el nombre en su interior no podía asegurar fallo: cada vez que veía a su amado le embargaba la emoción y necesitaba hacer un esfuerzo para no desfallecer. El magus le recomendó otro tipo de amarre amoroso, pero esta vez para asegurarse el éxito le hizo llegar las instrucciones por escrito.
En cuanto le fue entregado lo leyó. Quedo paralizada, le embargó el temor pues siempre es peligroso invocar a los dioses subterráneos. Podría traer una desgracia a su casa. ¿Cómo no?, también temía a su padre, si este llegaba enterarse la castigaría severamente, haría cualquier cosa con ella; ninguna en las que pensó era buena.
Desde que había visto al apuesto joven había perdido la cabeza. Su corazón aumentaba los latidos ante su presencia y haría cualquier cosa para conseguirlo, ¡cualquier cosa! Su amado era: virtuoso; de mirada despierta; llevaba siempre la cabeza erguida; su pecho era ancho; sus hombros musculosos y fuertes; sus dedos largos; sus brazos fuertes; su cintura pequeña, y sus piernas y pies nervudos y flexibles. Dicho de otra forma: rebosaba virilidad por cada poro de su piel. Añadir a eso que era de una buena y respetada familia.
En la privacidad de su alcoba, vestida solo con su fina túnica íntima, cogió el documento, esta vez no se equivocaría y haría el amarre correctamente. Con ese convencimiento volvió a leerlo mientras le embargaba la aprensión y su aún virginal cuerpo se estremecía:
Encantamiento para atraer a una persona por medio de un sahumerio de mirra.
Hazla arder sobre carbones y recita la fórmula.
Fórmula:
Tú eres la Mirra, la amarga, la que reconcilia a los que luchan, la que seca y obliga a amar a los que no se adaptan a Cupido. Todos te llaman Mirra, pero yo te llamo devoradora de carne e inflamadora del corazón. No te envío lejos, a Arabia, no te envío a babilonia, sino que te mando junto a Cotta, hijo de Scaurus, para que me lo traigas. Si se sienta, que no se siente; si mira a alguien, que no mire; si bebe, que no beba; si come, que no coma; si besa a alguien, que no lo bese; si se alegra con algún placer, que no goce; sino que solamente en mí, Alba, tenga su pensamiento, sólo a mí desee, únicamente a mí me ame, y que todas mis voluntades cumpla.
No penetres en él a través de sus ojos, ni a través de sus costados, ni a través de sus uñas, ni de su ombligo, ni de sus miembros, sino a través de su alma; y mantente en su corazón y haz arder sus entrañas, su pecho, su hígado, su espíritu, sus huesos, su médula, hasta que venga a mí, me ame y haga todo lo que yo quiera.
A través de la mirra os conjuro:
Hécate, espíritus subterráneos, Tártaro subterráneo, Hechicera subterránea, Caronte, almas de todos los hombres. Venid hoy, realizad cumplidamente lo que hay en este encantamiento y traedlo junto a mí.
Os invoco:
Caos original, agua terrorífica de Estigia, corrientes del Olvido. Enviadme fantasmas de los muertos para que me sirvan en esta hora precisa e inmediatamente, para que vayan y me traigan a mí a Cotta hijo de Scaurus. Venid hoy.
Mirra, como yo te hago arder a ti enteramente, y eres fuerte, así quema enteramente el cerebro del que amo, enciende y transforma sus entrañas, hazle sudar sangre hasta que venga a mí, En este día de hoy, en esta noche, en esta hora traedlo a mí.
Mientras la joven Alba lo miraba repetía: «Cotta», «Cotta». El magus le había dicho que invocara y ofreciera incienso a Venus y que lo llamara en su interior, sin pronunciar las palabras, siete veces durante siete días. El amarre estaría hecho y no podría resistirse a unirse a ella.
Como pasa en muchos encantamientos este no hizo efecto. Alba no pudo dejar de pensar que había realizado el rito de una manera incorrecta y por ello no había obtenido el favor de Venus. Repasó en su memoria las instrucciones que le habían dado pero no pudo encontrar el error. Se podía haber equivocado en cualquier cosa.
Ante su fracaso fue de nuevo a visitar al magus, este le comentó que lo más probable era que no hubiera invocado a la diosa correctamente o que no se hubiera purificado correctamente durante tres días o que no hubiese dicho siete veces el nombre de su objetivo o que no lo hubiese hecho cada día. Alba no dudaba de que todo lo había realizado correctamente pero en cuanto al número de veces que había repetido el nombre en su interior no podía asegurar fallo: cada vez que veía a su amado le embargaba la emoción y necesitaba hacer un esfuerzo para no desfallecer. El magus le recomendó otro tipo de amarre amoroso, pero esta vez para asegurarse el éxito le hizo llegar las instrucciones por escrito.
En cuanto le fue entregado lo leyó. Quedo paralizada, le embargó el temor pues siempre es peligroso invocar a los dioses subterráneos. Podría traer una desgracia a su casa. ¿Cómo no?, también temía a su padre, si este llegaba enterarse la castigaría severamente, haría cualquier cosa con ella; ninguna en las que pensó era buena.
Desde que había visto al apuesto joven había perdido la cabeza. Su corazón aumentaba los latidos ante su presencia y haría cualquier cosa para conseguirlo, ¡cualquier cosa! Su amado era: virtuoso; de mirada despierta; llevaba siempre la cabeza erguida; su pecho era ancho; sus hombros musculosos y fuertes; sus dedos largos; sus brazos fuertes; su cintura pequeña, y sus piernas y pies nervudos y flexibles. Dicho de otra forma: rebosaba virilidad por cada poro de su piel. Añadir a eso que era de una buena y respetada familia.
Mirra, dominio público portal Pixabay. |
En la privacidad de su alcoba, vestida solo con su fina túnica íntima, cogió el documento, esta vez no se equivocaría y haría el amarre correctamente. Con ese convencimiento volvió a leerlo mientras le embargaba la aprensión y su aún virginal cuerpo se estremecía:
Encantamiento para atraer a una persona por medio de un sahumerio de mirra.
Hazla arder sobre carbones y recita la fórmula.
Fórmula:
Tú eres la Mirra, la amarga, la que reconcilia a los que luchan, la que seca y obliga a amar a los que no se adaptan a Cupido. Todos te llaman Mirra, pero yo te llamo devoradora de carne e inflamadora del corazón. No te envío lejos, a Arabia, no te envío a babilonia, sino que te mando junto a Cotta, hijo de Scaurus, para que me lo traigas. Si se sienta, que no se siente; si mira a alguien, que no mire; si bebe, que no beba; si come, que no coma; si besa a alguien, que no lo bese; si se alegra con algún placer, que no goce; sino que solamente en mí, Alba, tenga su pensamiento, sólo a mí desee, únicamente a mí me ame, y que todas mis voluntades cumpla.
No penetres en él a través de sus ojos, ni a través de sus costados, ni a través de sus uñas, ni de su ombligo, ni de sus miembros, sino a través de su alma; y mantente en su corazón y haz arder sus entrañas, su pecho, su hígado, su espíritu, sus huesos, su médula, hasta que venga a mí, me ame y haga todo lo que yo quiera.
A través de la mirra os conjuro:
Hécate, espíritus subterráneos, Tártaro subterráneo, Hechicera subterránea, Caronte, almas de todos los hombres. Venid hoy, realizad cumplidamente lo que hay en este encantamiento y traedlo junto a mí.
Os invoco:
Caos original, agua terrorífica de Estigia, corrientes del Olvido. Enviadme fantasmas de los muertos para que me sirvan en esta hora precisa e inmediatamente, para que vayan y me traigan a mí a Cotta hijo de Scaurus. Venid hoy.
Mirra, como yo te hago arder a ti enteramente, y eres fuerte, así quema enteramente el cerebro del que amo, enciende y transforma sus entrañas, hazle sudar sangre hasta que venga a mí, En este día de hoy, en esta noche, en esta hora traedlo a mí.
Escrito por Ángel Portillo.
_________Inspirado en “Textos de Magia en Papiros Griegos” y “Diccionario de la Religión romana”.
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Ángel Portillo autor de:
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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.
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