Encuentros previos a las guerras dacias de Trajano.
La guerra de la Dacia fue el primer conflicto del imperio de Marco Ulpio Trajano. Este no podía olvidar la humillación que supusieron las condiciones del tratado de paz firmado por Domiciano. El rey dacio, Decébalo, presumía de su poder, de haber vencido a Roma y se mostraba orgulloso enseñando a las embajadas, que visitaban su reino, los estandartes y las águilas de las legiones vencidas. Sumar a eso que estaba acogiendo a desertores romanos en su ejército y que este iba haciéndose más grande cada año.
Cuando Trajano subió al trono, a principios de 98 d.C., preparando, quizá, la que sería su nueva campaña permaneció en el Rin, pacificando y fortificando la zona. Durante ese año se dedicó a inspeccionar todas las tropas del limes del Rin pues esa frontera había estado muy activa los años anteriores. Pero la siguiente primavera, 99 d.C., viajó por la región del Danubio, dando instrucciones a las legiones de construir nuevos fuertes y calzadas militares. Antes de ir a Roma, que no había visitado como emperador todavía, intensificó el entrenamiento de las tropas que defendían este último limes.
La guerra de la Dacia fue el primer conflicto del imperio de Marco Ulpio Trajano. Este no podía olvidar la humillación que supusieron las condiciones del tratado de paz firmado por Domiciano. El rey dacio, Decébalo, presumía de su poder, de haber vencido a Roma y se mostraba orgulloso enseñando a las embajadas, que visitaban su reino, los estandartes y las águilas de las legiones vencidas. Sumar a eso que estaba acogiendo a desertores romanos en su ejército y que este iba haciéndose más grande cada año.
Cuando Trajano subió al trono, a principios de 98 d.C., preparando, quizá, la que sería su nueva campaña permaneció en el Rin, pacificando y fortificando la zona. Durante ese año se dedicó a inspeccionar todas las tropas del limes del Rin pues esa frontera había estado muy activa los años anteriores. Pero la siguiente primavera, 99 d.C., viajó por la región del Danubio, dando instrucciones a las legiones de construir nuevos fuertes y calzadas militares. Antes de ir a Roma, que no había visitado como emperador todavía, intensificó el entrenamiento de las tropas que defendían este último limes.
Trajano museo de Munich, dominio público.
Con todo preparado, en el mayor secreto posible, en marzo de 101 d.C. el Emperador partía de Roma en dirección al Danubio seguido por miles de pretorianos y de su guardia personal, la Caballería Singular imperial. Acabaría con el orgulloso Decébalo. Sin embargo, esa no era la primera vez que Roma y las tribus o los reinos del norte del Danubio se enfrentaban.
Augusto, recién acabada la guerra civil contra Marco Antonio.
En el año 30 a.C. Augusto, que quedó como gobernante único, decidió enviar como cónsul de la provincia de Macedonia a Marco Licinio Craso (nieto de Craso, el triunviro). Este estaba ansioso por demostrar lealtad al nuevo hombre fuerte de Roma pues había luchado en el bando de Marco Antonio. En ese destino tuvo la oportunidad de demostrar su valía. Al poco de hacerse con la provincia los bastarnos cruzaron el Danubio atacando Mesia (o Moesia) y amenazando con hacer lo mismo en la Tracia, por entonces un reino aliado de Roma. Marco Licinio marchó con sus tropas a defender a su aliado. Los bastarnos usaban lengua germánica, su apariencia era similar a la de los sármatas, pero, sin embargo, eran de origen escita.
Craso acudió presto a la ayuda de su aliado y en cuanto los invasores vieron a las legiones romanas se dirigieron hacia el norte intentando huir. Marco Licinio Craso no desaprovechó la ocasión y los siguió hasta exterminarlos o hacerlos prisioneros y venderlos como esclavos. Dión dice que al verse totalmente perdidos muchos de ellos se lanzaban al Danubio. La victoria fue fácil y no muy espectacular pero, probablemente para agradar a Octavio Augusto, el Senado votó el concederle el triunfo a Craso; no olvidemos que fue la primera victoria del nuevo régimen. La legión que acompañó al gobernador de la provincia de Macedonia se conoció desde aquel momento como la Legio IV Scythica.
Año de los cuatro emperadores: Otón, Galba, Vitelio y Vespasiano.
Bastantes años más tarde en 69 d.C., Fulvio Aurelio junto a la Legio III Gallica se enfrentaron en esta ocasión a los Roxolanos, que habían formado un ejército de miles de jinetes y amenazaban la provincia de Mesia. Los Roxolanos disponían de armaduras de escamas, largas lanzas de 3 metros y utilizaban grandes espadas, disponían también de arqueros expertos. Estos hombres eran bravos y luchaban de forma formidable pero al parecer eran confiados y eso fue su perdición. En esa batalla cometieron dos grandes errores: no apostaron centinelas en su campamento y no disponían de infantería de apoyo. El mismo Tácito dijo: «Cuando cargan en escuadrones, muy pocas líneas de infantería son capaces de resistir ante ellos». Sumar a eso que la Legio III Gallica había sufrido poco antes el rigor del levantamiento en Judea y había perdido muchos hombres, y mucho prestigio, por lo que estaba deseosa de obtener un triunfo que lavara su nombre. Según cuentan las fuentes las legiones, desplazándose sigilosamente, atacaron el campamento por sorpresa. Los Roxolanos no pudieron defenderse. Los romanos utilizaban la distancia corta para atacar en la que tenían ventaja ante las largas lanzas de sus oponentes. No olvidar que el tener que manejar armas tan voluminosas hacía imposible que tuvieran escudos. Añadir que eran caballería ligera y pesada y entre sus habilidades no estaba la de luchar en tierra. Esas mismas fuentes dicen que se contabilizaron 9000 muertes enemigas, las de los legionarios fueron tan pocas que ni se informaron.
Domiciano, cuarto año de su imperio.
El siguiente incidente no fue tan favorable para Roma, más bien lo podríamos considerar un desastre. En 85 d.C. Decébalo acababa de ser nombrado rey de la Dacia y con un ejército cruzó el Danubio e invadió la provincia de Mesia. Las guarniciones romanas fueron tomadas por sorpresa y fueron cayendo una tras otra. El gobernador, Opio Sabino, al mando de la Legio V Macedonica quiso enfrentarse a los invasores para expulsarlos de suelo romano, pero su decisión fue precipitada. Él murió y la V Macedonica sufrió grandes pérdidas. Desde la Urbe se reaccionó lo más rápido que se pudo y se envió a la IV Flavia junto a todos sus auxiliares de apoyo. Cuando llegaron ya era tarde: Decébalo había vuelto a la Dacia llevándose consigo un gran botín y miles de prisioneros.
Falx dacia, CC3 by Petter Bøckman.
Al año siguiente Cornelio Fusco, el prefecto del Pretorio, fue elegido por Domiciano para acabar con la amenaza. Tras algunos aparentes éxitos se dirigió directamente a la capital Dacia, Sarmizegethusa, situada en una loma de la escarpada cadena de los Cárpatos. Al parecer su ejército se componía de la VII Claudia, la V Alaudae, más cohortes de la V Macedonica y la IV Flavia, con las tropas auxiliares de apoyo; es probable que también hubiese alguna cohorte pretoriana. La inexperiencia de Fusco hizo que estas tropas cayeran en una emboscada en la que él mismo murió: se perdió toda la V Alaudae y sus estandartes, muchas unidades de la Flavia y la Adiutrix, cohortes pretorianas, provisiones y mucha de la artillería. Los legionarios explicaron los efectos de la falx Dacia, describiendo cómo esta era capaz de atravesar yelmos y que amputaba brazos o piernas. Dión Casio escribiría de Decébalo: «Era un lince para las cuestiones relacionadas con la táctica bélica y tenía asimismo buen ojo para salir victorioso en las guerras. Sabía juzgar con perspicacia qué momento era bueno para atacar y cuál resultaba preferible para replegarse. Era experto en el arte de tender emboscadas y un maestro en las batallas a campo abierto. Además, no sólo sabía cómo sacar partido a un triunfo, sino asimismo como gestionar adecuadamente una derrota».
Decébalo rey de los dacios, dominio público.
Tras dos años Domiciano trató de revertir la situación. Las encargadas en este caso fueron las tropas romanas de Mesia Superior, cuyo núcleo eran las legiones IV Flavia y VII Claudia reforzadas por la I Adiutrix (Dalmatia) y la II Adiutrix (Britannia). Estas tropas recibieron además la ayuda en forma de destacamentos (vexillationes) de otras legiones como la I Italica y la V Macedonica (Mesia Inferior), además de la XIII Gemina y la XV Apollinaris (Pannonia). Todas las legiones se desplazaron junto a sus unidades de auxiliares. Se añadieron otros destacamentos en tareas de apoyo como de la II Augusta, IX Hispana, XX Valeria, la IV Scythica, la VII Gemina y otras. Al frente de estas tropas fue puesto el gobernador de Mesia Superior, Lucio Tetio Juliano. El ejército cruzó el Danubio y se internó en territorio dacio. Los romanos avanzaban en dirección a la capital, en su camino tenían que atravesar el desfiladero de Tapae. Allí se enfrentaron a un numeroso ejército bárbaro compuesto por sármatas, bastarnos, roxolanos, dacios y tribus germanas. Las legiones incorporaron cascos con una protección adicional y manicas, protecciones a base de placas unidas con cuero que protegían el brazo derecho, el que portaba el gladius. Tras una dura batalla los romanos vencieron, aunque tuvieron que parar su avance a la capital pues el invierno estaba próximo. Tetio Juliano optó por la prudencia y decidió pasar el invierno en Tapae .
La primavera siguiente fue convulsa para Roma, las legiones del alto Rin junto a Lucio Antonio Saturnino se revelaron, los dacios estaban reforzando fuertemente la defensa de su capital y los sármatas habían vuelto a cruzar el gran río y atacaban Mesia. Temiendo, quizá quedar rodeado, Tetio juliano abandonó la Dacia para obtener una posición más segura y reforzar las tropas situadas al sur. Tras todos estos acontecimientos Domiciano pidió una tregua y se firmó un tratado. Roma tenía que pagar grandes cantidades de oro a cambio de la paz, también proporcionaría a Decébalo ingenieros e instructores militares. Los dacios se retirarían de los terrenos conquistados en Mesia y prometían la paz en el futuro.
Este tratado era un insulto para Roma y para el nuevo emperador Marco Ulpio Trajano. En el año 101 de nuestra era, bajo el mando de casi un tercio del poder militar del ejército romano, este invadiría la Dacia y devolvería el honor al Imperio.
La primavera siguiente fue convulsa para Roma, las legiones del alto Rin junto a Lucio Antonio Saturnino se revelaron, los dacios estaban reforzando fuertemente la defensa de su capital y los sármatas habían vuelto a cruzar el gran río y atacaban Mesia. Temiendo, quizá quedar rodeado, Tetio juliano abandonó la Dacia para obtener una posición más segura y reforzar las tropas situadas al sur. Tras todos estos acontecimientos Domiciano pidió una tregua y se firmó un tratado. Roma tenía que pagar grandes cantidades de oro a cambio de la paz, también proporcionaría a Decébalo ingenieros e instructores militares. Los dacios se retirarían de los terrenos conquistados en Mesia y prometían la paz en el futuro.
Este tratado era un insulto para Roma y para el nuevo emperador Marco Ulpio Trajano. En el año 101 de nuestra era, bajo el mando de casi un tercio del poder militar del ejército romano, este invadiría la Dacia y devolvería el honor al Imperio.
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Escrito por Ángel Portillo.
Fuentes: Legiones romanas de Dando Collins, Diccionario de batallas de la historia de Roma de Julio Rodríguez González. https://arrecaballo.es/, https://www.livius.org/
Ángel Portillo Lucas, autor de:
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Miembro del grupo de recreación historica Barcino Oriens (Legio II Traiana Fortis) y Miembro de Divulgadores de la Historia.
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